Jorge Moreno, miembro del proyecto Mapas de Memoria de la UNED, parte de la idea de que los rituales funerarios implican la conversión de alguien que está vivo en alguien que está muerto siendo esta la manera en la que el ser humano domestica la muerte, le da un lugar y un nombre. Esto suele realizarse mediante un entierro o un homenaje, que supone llevar el cuerpo del mundo de los vivos al mundo de los muertos.
En el caso de los republicanos había una imposibilidad de completar este ritual por la inexistencia de un cuerpo, asegura el experto, lo que sitúa al fallecido en una espera permanente. Esto provoca una desorientación buscada de manera premeditada por el régimen franquista, que quiere alargar el dolor de las familias mediante el terror no solo por el asesinato, sino con la ocultación de los cuerpos, continúa Moreno, para quien ese no estar ni en un lugar ni en otro es lo que intentaron solucionar las familias a través de sus propios rituales, mediante fotografías, prácticas privadas u objetos.
Estos últimos, custodiados durante décadas como tesoros por las familias, protagonizaron en 2020 uno de los proyectos impulsados por Mapas de Memoria, en forma de una exposición llamada Las pequeñas cosas. Entre ellas están las pocas piedras manchadas de sangre que la hermana de Ángel Ruiz, asesinado en mayo de 1940 en Almagro (Ciudad Real), recogió del lugar en el que fue fusilado. Las guardó en un baúl hasta poco antes de morir, cuando se las entregó a Saturnina, la viuda de Ángel. Ella cosió una bolsita para guardarlas y las llevó en su delantal durante toda su vida. Las piedras manchadas de sangre recuperadas del lugar en el que fue asesinado Ángel Ruiz.
Las piedras recuperadas pasaron después a manos de Vicenta Ruiz, la hija del matrimonio, y ahora a las de Ángela, la nieta, a quien han llegado otros muchos utensilios heredados que guarda en una caja: una petaca, unas cartas o unas tijeras comparten espacio con una vieja foto de Ángel, que ocupa el centro. La fotografía había viajado con Saturnina allí donde se había trasladado ella a lo largo de su vida. Donde ella iba, iba la foto.
No sé, supongo que este asunto es un tema muy personal y dependerá de la necesidad vital que cada persona tenga. Personalmente ese culto a la muerte y esa necesdad física de tener "el cuerpo del difunto" o todos estos rituales funerarios, me resulta totalmente extraña, pero entiendo que todo el mundo tiene derecho a ello, si lo necesita.
ResponderEliminarUn abrazo!