De vuelta, los paisajes que vamos dejando nos fascinan y entristecen. Quisiéramos aguantar un poco más, tomar algo con tranquilidad en la terraza de la Venta Pepín con esas vistas a los Picos de Europa. Pepi se compadece y nos invita a un café en la terraza del parador de Cervera del Pisuerga, que tiene unas vistas estupendas y le trae buenos recuerdos. Es un balcón a un prado con río, un bosque de robles y un fondo de picos menos ambiciosos que los que recorrimos.
Visitamos Santa Eulalia, por fuera, pues está cerrada, de finales del XII y principios del XIII,con espadaña delXVII y puerta original con hermosos herrajes. Y Santa Cecilia sobre un peñón, del XII y restaurada en 1957, con una torre cilíndrica y una puerta espectacular llena de figuras flipantes. A Javi no le cuadra la espadaña, mientras dibujo un posible San Pedro con una mano en alto y la otra cargada con un juego de llaves.
Comemos de maravilla en la Posada de Santa María la Real, que fuera monasterio con iglesia en Aguilar de Campoo, cuya iglesia dicen fue restaurada por Peridis. Ya sin remedio, me apreto un potaje de garbanzos con rejos riquísimos. Un diez también al camarero.
Vuelta al coche. El paisaje se va amarilleando. Después del túnel vemos las enormes cuatro torres de Madrid, su aire sucio, el espantoso tráfico. Nos bajamos en casa de Ana. Subo despacio hasta mi casa, con morriña de una vida más sana, más verde, mejor sin duda.
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