La película, a pesar de su nihilismo radical, es una cornucopia de referencias culturales desde el cine mudo hasta Ray Harryhausen. “Aprecio mucho las películas mudas. Creo que cuando llegó el sonido, destruyó una parte esencial del proceso creativo de la realización de películas”.
Financiado con varios micromecenazgos, Mad God es deliberadamente retro y experimental. Está ambientada en un mundo de monstruos, animales de guerra y científicos locos en el que lo que ocurre, algo que no queda muy claro en los 83 minutos de metraje, no es lo importante, sino cómo ocurre. “Soy consciente de que no es una película para todo el mundo, por eso prefiero no tener expectativas de cómo va a recibirla la gente de aquí”, comenta en la ciudad suiza horas antes de que el público general pueda comprobar el resultado definitivo de la obra de su vida.
“Los chicos que hacen esas cosas maravillosas con ordenadores tienen un enorme talento. De eso no hay duda. El problema es que no ven películas. ¡No saben de cine! Y eso es algo que me duele en el alma”, lamenta. “El stop motion te parece falso a la vista, pero lo sientes como algo real; el CGI parece real, pero lo sientes como algo falso”. Y, al final de la frase, aparece una amplia sonrisa en su cara.
Preestreno en España: Festival de Sitges (octubre 2021)
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