Lo dice Platón: sabio es el que menos necesita. El jardín está al principio y al final. El budismo lo dice: quien cuida un jardín está cuidándose él. Tenemos expectativas que no se pueden cumplir porque el propio mundo está organizado para que no se cumplan. Eso genera ansiedad. Nos lleva a ser individualistas. Nos convierte en consumidores. El contacto con la naturaleza rompe ese ciclo porque tiene otro ritmo. Mucho de lo que consideramos avances pasa por romper ese ritmo de la naturaleza: llevar agua donde no la hay, construir sobre el agua. Que queramos imponer nuestro criterio al de la naturaleza nos define. Hoy, o nos cargamos la naturaleza, o la idealizamos. Francis Bacon decía que la única manera de domar la naturaleza es obedeciéndola. Es así: quien cultiva la naturaleza se deja cultivar. Enseñamos a los chicos a esforzarse para alcanzar cierto estatus y una buena vida, y ¿cuál es nuestra idea de una buena vida? Un jardín hace lo contrario: va soltando y soltando. He visto mucha riqueza acumulada y grandes vacíos emocionales. El camino de acumular no tiene fin y no lleva a ninguna parte: solo a desconectar de la realidad y de ti mismo. Los ricos tienen el gran privilegio de poder mentirse más que los demás sin que nadie les contradiga las mentiras. El jardín enseña otra vía porque, si le das demasiado, lo matas.
Santiago Beruete entrevistado EL PAÍS
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