sábado, 2 de noviembre de 2013
del puente de galata a taksim
Sueño que en Bolaños tenemos una terrible plaga de vampiros que se agarran con sus colmillos y no hay forma de quitárselos. Son un poco mayores que los murciélagos pero no tienen forma humana como en las películas.
Llueve. Bajamos a desayunar. El hotel está lleno de franceses rubios con la piel blanca rosada y algo de colorete. Callejeamos por la otra orilla del Bósforo. Subimos callejuelas y las famosas escaleras art nouveau Kamondo abriéndose y cerrándose como una fila de ochos en un jersey. La Torre Galata tiene un restaurante cerrado en la octava planta y un night club. Por la gran peatonal Istiklal Caddes solo circula un antiguo tranvía rojo. De ella salen pasajes curiosos con cafés, bares y terrazas. A través de uno de ellos llegamos al Museo Pera con exposiciones de Dubuffet, pesas y medidas y, sobre todo, una de cuadros pintados en el interior del cristal, y por tanto invertidos. Molan los turcos pero los mejores son los africanos y los de Malasia. Oímos instrumentos grabados. Llama la atención la flauta de nariz. Entre los restaurantes de los pasajes, aparcamos en uno de mejillones (fritos, rebozados, con arroz...) donde nos comemos un bocata que rabia de picante. Otro pasaje de 1871 está lleno de floristas.
Al otro lado de la peatonal está el barrio de los anticuarios, que recorremos mirando los hermosos objetos de sus escaparates. En una farmacia chulísima vemos un viejo anuncio de Bayer, sobre latón y con una ilustración en que el cuerpo, abierto, es una especie de factoría. Me deja hacerle una foto y a su farmacia y me enseña unas fotocopias que vende del cartel. Compro una para el cuaderno.
Taksim es una plaza grande y fea con un monumento lleno de soldados de bronce entre el mármol y un inmensa pantalla donde pasan publicidad sin parar. La calle va a tope y el tranvía toca la campanilla para que se retiren. Tomamos un té en el M&N y vemos la gente pasar. Es impresentable que el té sea un vaso de agua y un sobre de Lipton. Hago un dibujo al camarero, se lo regalo y él nos regala dos cafés express.
Vamos al Hotel Pera Palace que parece conservarse en buen estado, aquí se alojó Agatha Christie. El bar es bonito pero nada acogedor. El ascensor es una pieza de museo. Bajamos hasta el Puente Galata callejeando. Al otro lado nos comemos un bocata de pescado con una Efes de presión, mi primera cerveza. Los chavales van en pandas, se cogen y se besan como los marroquíes. Compramos esas extrañas monedas para pasar en torniquete, nos sentamos en el banco como un libro abierto, nos montamos en el tranvía que acaba de llegar y nos vamos a descansar.
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