Le propongo a Beni seguir a un grupo de chinos cuando lleguemos a Helsinki, seguro que cogen el avión para Shanghai. Nos ponen la tele para ver el despegue desde una cámara en la cola del avión, mola. Cuando nos elevamos nos ponen lo que se ve desde la parte inferior del avión. Hasta que las nubes nos tapan la vista. Bebo una cerveza finlandesa llamada Koff. La palabra inglesa tea es dialecto chino de Xiamen. Bebo Valdés cuenta que cuando llegó de La Habana a Madrid, la gente tomaba el fresco en la calle y las verbenas eran la versión española de los cabarets. ¿Por qué ha desaparecido todo esto, por qué se ha dejado que el tráfico destruya la vida de Madrid? Se baja el monitor y vemos en directo nuestro propio aterrizaje!
De Estocolmo a Helsinki. Atravesamos el Mar Báltico y sus miles de islas. Son sólo cuarenta minutos. Entramos en un avión inmenso medio vacío. Beni se tumba y me usa de almohada. Tsingtao beer con una peli china. Los chinos están chalados por el juego y las apuestas. Apuestan en peleas de grillos (muy populares) y los dados. Consideran estúpido el parloteo, el blablablá.
Compramos en el aeropuerto 380 yuans por 50 euros. Nos ofrecen taxis. Esto es un poco complicado al principio, mejor hacer cola. Ya en el nuestro y separados del conductor por un metacrilato, le doy mi nin hao y le paso el móvil, en el otro lado está Nieves, la compa de Javi en Pekín. Ella es nuestra salvación, habla chino y español. Sin este contacto, Beni jamás se hubiera atrevido a venir. Le da su dirección al taxista y nos lleva a toda leche, adelantando a todos por la autopista, sin importarle la línea continua.
Nos presentamos a Nieves, nos ofrece un té. Tiene un piso grande, con tarima de madera y muebles antiguos. Su marido es periodista, lleva aquí nueve años. Habla chino e inglés. Su hijo acaba de ponerse a andar. Se llama Luis. Ella ha pedido una excedencia para disfrutar de su hijo. Apenas si ve a su marido, así que nos lleva a un apartamento estupendo, con jardín, intenta dejarnos un teléfono liberado con tarjeta china y nos da las llaves. Alucinamos con la marea de motos, con este caos. Con los rascacielos super luminosos que encienden el cielo de Shanghai.
Para este viaje traigo un cuaderno chino, de esos como un acordeón que empiezan por el final. Se lo compré al maestro de escritura china que hay en la plaza de los cines Luna, de Madrid. También una cajita de acuarelas y una pluma caligráfica Parker.
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