Nunca fui a Maó hasta que hice la mili, no tenía ningún familiar allí. Tampoco a la escuela, por eso noto una gran diferencia entre aquel tiempo y el actual, nos cuenta Joan. Juanita se parece a su madre, siempre de broma y más abierta. María es más estricta, le sientan mal esas bromas que hago a las muchachas, que les ponga arcilla de las rocas en el pecho y les diga que de cintura para abajo se la tendrán que poner ellas. Se enrolla con todo el mundo y todo el mundo va a su cueva. Allí guarda su arcilla para las guiris.
Nos enseña la bonita casa de los dibujos, que sus amigos cuidan. Antes, arreglábamos el camino, cambiábamos las tejas...ahora nos lo tomamos más tranquilamente, porque no es nuestra. Allí tienen un cuarto fresquito, con barbacoa y frigo, donde nos invitan a unas cervezas.
Bajamos el barranco hasta el pozo y la cueva; y luego nos recorremos la playa de Binigaus, cerca de Santo Tomás. La cueva es un refugio militar de piedra con bóveda de cañón, encalada, con camas y una pequeña cocina. Hay unos remos colgados en el techo. Fuera hay un porche con una mesa y bancos para comer en grupo y un cuerpo de guardia de la Guerra (Menorca nunca fue nacional durante la contienda), un largo túnel con respiraderos que acaba en un búnker grande con ventanas para nueve ametralladoras.
Miguel pide a medias conmigo una pomada, ginebra de Maó con media botella de limonada, muy rica.
La casa es del siglo XIX, la vivienda como una casa de rico de pueblo. Lo mejor es la parte de atrás con sus higueras, nísperos, alcachofas y hasta su alberca. Joan nos ofrece nísperos maduros. En sus desvanes, con techos inclinados y encalados, está este Museo de Ciencias Naturales de los hermanos, un lugar flipante, precioso.
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