Hoy sigue haciendo viento. Vamos a la Cala de los Toros, que está muy resguardada. Bajada p0r el Campo del Negro, con su bosquecillo de pinos y palmeras. La playa es de pedruscos rojos con un poco de arena, pero se está de maravilla. Muy poca gente: pareja con niño, mujer con perro y lector con libro. Dibujo el muro de rocas que nos guarda del viento, a Ángel y la playa. El mar está blanco, rabioso de espuma. Nos bañamos. Cuando llega el grupo de senderistas adolescentes, me tapo con el cuaderno.
Después visitamos Cala Higuera. Su refugio circular con sus habitaciones destartaladas y el bar de madera que han arreglado quitando las maderas retorcidas que usaban de decoración. Antes, mucho mejor. Uno no entiende sus excesivos precios.
Última caña en bar del camping con la pareja de amigos de Rafa, fotos de Joe Strummer (su familia sigue viniendo por aquí) y otra, grande, estupenda, de la bahía de San José en el 51. Cerros pelados, arena y una casita con una barca. Eso era todo.
Hablamos de Rafa y sus niñas, de Manolo y Sonia, de Joe, del Pez Rojo (que llevaban ellos), el Plátano Azul y otras historias del pasado de San José.
Comemos macarrones con champi y queso y siestorro. Llueve. Café en el Duende.
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