Cuenco hemisférico de paredes muy finas, con borde ligeramente exvasado y con cuatro pequeñas protuberancias dispuestas
regularmente en la base, aunque no se apoya sobre ellas. El interior
presenta un fondo convexo con una protuberancia central. Las
dimensiones son: alt: 7´8 cm; anch: 11´2 cm; gros: 0´4 cm.
Presenta decoración exterior con dos motivos “oculados”; cada motivo consta de dos pupilas, con
un punto en su interior, con sus respectivos iris unidos y sus cejas,
también unidas.
Tres figuras zoomorfas, probablemente cérvidos muy esquemáticos:
el macho aparece con una gran cornamenta al lado de dos hembras.
n decoración geométrica: tres columnas con el interior punteado;
tres tramos de las denominadas “ondulaciones peinadas”, dos de
ellos con tres ondas y otro con sólo dos; tres bandas horizontales
con el interior rayado separadas por dos bandas en blanco. En la
parte superior del lomo del ciervo, se aprecian dos triángulos punteados unidos por sus vértices más agudos.
El cuenco se ha realizado con la técnica más antigua, originada en el
neolítico: el modelado a mano. La arcilla empleada es una pasta
fina, con finos desgrasantes. Los motivos decorativos se realizaron con las técnicas de incisión y punteado, en las que se empleó un objeto afilado o punzón sobre la arcilla aún tierna. Finalmente, la cocción tuvo lugar en una atmósfera reductora, esto es, sin entrada de oxígeno. Todas estas técnicas, tanto la de modelado como la de decoración, no suponen novedad alguna con respecto a la época neolítica. Sin embargo, sí se ha mejorado la calidad de las mismas, al menos en los recipientes que podríamos considerar de lujo, como es el caso de este cuenco, al conseguir paredes más finas y una decoración más delicada y detallista.
El cuenco se encontró en la necrópolis del poblado fortificado de Los Millares (Santa Fé de Mondújar, Almería) durante las excavaciones realizadas por Pedro Flores, capataz al servicio del ingeniero y arqueólogo belga Luis Siret, a finales del siglo XIX. El poblado de Los Millares ha dado nombre a una cultura que se extendió por el
sureste peninsular durante el período calcolítico; fue fundado en
torno al 320 0 - 3100 a.C, (Edad del cobre Antiguo) y abandonado
hacia el 2200 a.C. (Edad del cobre Final).
El cuenco formaba parte del ajuar funerario de la tumba 15 de la
necrópolis. Según el cuaderno número 7 de P. Flores, dicho ajuar
constaba de: un hacha de cobre, varias cuentas de nácar, un cuchillo
de sílex, un raspador, un hueso de animal, 36 recipientes cerámicos,
un cuenco con decoración exterior de “oculados” y cérvidos y otro vaso esférico con una decoración incisa en su interior compuesta de
dos círculos radiados irregulares a modo de soles y diversas líneas.
Además, en la tumba se hallaron restos humanos de 30 cadáveres. Conviene señalar que, en la entrada al recinto funerario,
se hallaron varios betilos o piedras sagradas de pequeño tamaño y
forma troncocónica.
Estamos ante un contexto funerario, el ajuar ha sido depositado
junto a los muertos. Sin embargo, parte de los objetos seguramente
fueron usados en actividades cotidianas, tal sería el caso del cuchillo, el raspador, y algunos cuencos de cerámica común; otros elementos formaron parte de su adorno personal: como son las cuentas
de collar.
Pero existen otros objetos cuyo carácter funcional queda en segundo
plano, ya que precisamente su decoración (oculados, ciervo s, soles,
etc.) les imprime un valor simbólico:
- cerámicas simbólicas, consideradas objetos de prestigio, como el
cuenco que nos ocupa y el cuenco con dos soles incisos y dos “motivos plumeados” (líneas longitudinales de las que parten líneas transversales),- el denominado por Flores “hueso animal”, falange de animal que
cumpliría la función de ídolo (ídolo-falange).
Además, la tumba presenta otros elementos simbólicos: la decoración pintada en los ortostatos interiores y los betilos, considerados
representaciones antropomorfas, situados en la entrada al recinto
funerario.
La necrópolis se localiza cerca del poblado y está formada por unas
80 tumbas colectivas de grandes dimensiones, denominadas megalíticas, algunas de las cuales presentan decoración en el interior. El
tipo de sepulcro más característico es el tholos (plural, tholoi ), enterramiento de falsa cúpula, obtenida mediante aproximación de hiladas de piedra, realizado con mampostería y grandes bloques de piedra (megalitos). La entrada se realiza mediante un pasillo o corredor, con varios anillos pétreos a modo de puertas, al final del cual se encuentra la cámara principal de forma circular cuyo diámetro puede alcanzar varios metros. El sepulcro se cubre por un túmulo de tierra, excepto el vestíbulo de entrada.
Aunque en la necrópolis predomina el rito funerario de inhumación,
en algunos casos, existen cremaciones parciales que podrían corresponder a episodios de limpieza de las sepulturas. Los ajuares funerarios son muy diversos: puntas de flecha, cuchillos, útiles de metal -
cobre-, recipientes cerámicos, vasos de alabastro, pequeños ídolos de
piedra o hueso, peines de marfil, etc. De la indumentaria, sólo se
conservan algunos objetos de adorno personal, principalmente cuentas de collar realizadas en piedra, concha, hueso, marfil e incluso
azabache.
Los cálculos realizados sobre la población de Los Millares inducen a pensar que no todos los miembros de la
comunidad eran enterrados a su muerte en
estas tumbas colectivas. Este hecho, asociado
a las diferencias arquitectónicas y de ajuares
existentes entre las diversas tumbas, hace
pensar en la existencia de una sociedad unida
por fuertes lazos de parentesco que iniciaba
un proceso de jerarquización: cada linaje o
grupo de filiación contaría con un monumento funerario que intentaría reflejar también
un signo externo de su grupo familiar.
La envergadura de las construcciones defensivas y de los monumentos megalíticos deja
traslucir la existencia de una organización
social y la existencia de explotaciones a largo
plazo de los recursos disponibles del entorno
(agricultura, ganadería, pesca y metales).
En Los Millares existe gran variedad de soportes materiales en los que ha quedado registrado un lenguaje simbólico cuyo significado
exacto se nos escapa: la cerámica, que aparece
en gran número de sepulcros megalíticos; las
grandes piedras (ortostatos) que conforman
estos mismos sepulcros, muchas de las cuales
están decoradas con pinturas (rojo y negro
sobre enlucido blanco) y grabados de motivos
ondulados, zig-zags, esteliformes, reticulados, antropomorfos, etc.; por último, piedras más pequeñas y huesos, soporte de representaciones antropomorfas exentas en forma de betilos, ídolos-placa y/o ídolos-falange, que aparecen
en los recintos funerarios.
Estas estatuillas antropomorfas de piedra o hueso, al igual que los ídoloscilindro, representarían el final de una evolución y podrían representar a un
dios o una diosa, el alma del muerto, un espíritu protector o cualquier otro
ser que se encontrara en relación con los vivos en la tierra y con los muertos
en las cuevas y tumbas megalíticas.
Todo ello hace pensar que estos monumentos funerarios calcolíticos constituían conjuntos ideológico-simbólicos probablemente con un significado social
y quizá religioso, donde resulta verosímil que se llevaran a cabo ceremonias y
ritos relacionados con el mundo de la muerte o el más allá de los que, sin
embargo, nada sabemos y que hubieron de ser bastante más complejos de lo
que el registro arqueológico nos informa.
La arquitectura funeraria y la decoración, tanto de objetos (ídolos óseos y lític o s, elementos de adornos, estelas) como de monumentos y tanto grabada como pintada, parece que se realizaron a la par y formaron parte de un lenguaje común, de un código gráfico asociado al entramado cultural del megalitismo europeo. Este arte megalítico o postglaciar trasluce una interacción
entre las culturas de la vieja Europa que parece constante, cuando menos,
desde el Paleolítico superior y que mantiene la unión con los ancestros
mediante símbolos reconocibles y recurrentes para las generaciones sucesiva s
en las decoraciones funerarias, como hemos visto.
Por otro lado, los motivos figurados de las cerámicas, tanto grabados como
pintados, presentan paralelos con el Arte rupestre Esquemático,
expresión artística que tiene su desarrollo con la cultura de los primeros metalúrgicos.
Una parte del material de Los Millares y de otras excavaciones prehistóricas
que llevaron a cabo los hermanos Siret se hallan dispersos, actualmente, en
diferentes museos:
Museo du Cinquantenaire, Bruxelas (Bélgica), donde se conservan, en los
fondos del museo, más de 3000 piezas arqueológicas (de los periodos
Neolítico, Calcolítico y edad del Bronce -cultura del Argar- ); además, cuenta
con una sala dedicada donde se exhiben de algunas de las piezas.
Museo Universitario de Cambridge, Harvard.
Museo Etnográfico, Berlín (Alemania).
Museo Arqueológico de Cataluña, Barcelona.
Bristish Museum, Londres (Gran Bretaña), se conservan en sus fondos museográficos una colección de cerámicas de L. Siret.
Ashmolean Museum, Oxford (Gran Bretaña) entre sus fondos arqueológicos
conserva el original del cuenco así como diversos objetos
comprados por su director, en el año 1897, a Luís Siret.
Museo Arqueológico Nacional, Madrid, recoge tanto los materiales cedidos
por Siret para la Exposición Internacional de Barcelona en 1.929 como los
materiales arqueológicos que fueron donados al Estado español tras su muerte.
Museo Arqueológico Provincial, Almería, se encuentran desde su fundación
parte del material arqueológico de Los Millares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario