El Cerro de El Cuchillo se ubica en el extremo meridional de la Sierra de Los Cuchillos, en el extremo noroeste del Término municipal de
Almansa (Albacete). Se trata de un cerro de tendencia troncocónica que presenta una plataforma superior alargada de
unos 60 m de longitud y 20 m de anchura, en dirección norte-sur. El poblado se extiende a lo largo de esta plataforma, así como por toda la ladera
septentrional. A pesar de que se trata de una zona con tierras poco adecuadas para llevar a cabo una intensa explotación agrícola, la presencia en
la zona de cubetas endorreicas y de manantiales, así como de una vegetación de marjal, harían de ella un punto estratégico para el control de los
recursos más preciados de cara al mantenimiento de una cabaña ganadera.
Además, debido a la configuración geológica de las tierras, el agua sería,
en muchas ocasiones, moderadamente salobre, con las ventajas que supone para el consumo animal.
Cronológicamente, el poblado se adscribe al Bronce Antiguo y
Pleno. Su ocupación dura aproximadamente dos siglos —a mediados del
II milenio a.C.— parecen existir tres fases sucesivas y una última ocupación
esporádica en momentos posteriores. Las dos fases intermedias permitieron obtener las siguientes dataciones de C-14 (sin calibrar): 1640 ± 90
a.C., 1550 ± 90 a.C., y 1460 ± 90 a.C., para la segunda fase y 1440 ± 90 a.C., para la tercera fase. El último momento de ocupación no proporcionó materiales significativos que permitan su asociación a un período cronológico concreto. Su extensión aproximada es de unos 600 m2 , espacio relativamente modesto en cuanto a sus
dimensiones, si lo comparamos con otros poblados coetáneos, en algunos
momentos de la secuencia, como la Morra de Cola de Caballo (Albacete),
de más de una hectárea; o El Acequión (Albacete), de 2300 m2.
Los recintos se disponen a ambos lados de una calle central y se adosan a un complejo sistema de acceso y defensa del poblado. El sistema defensivo se abre al exterior a través de dos puertas, una en cada uno de los extremos, y consiste en un complejo entramado de pasillos cegados, escaleras, muros y recintos que se organizan encabezados por una construcción cuadrangular maciza. Esta construcción,
ubicada en el extremo meridional del yacimiento, se ha interpretado como
una torre. Alrededor del poblado, a media altura sobre la ladera, aparecieron restos de lo que pudo ser un camino de ronda.
Ladera norte:
I. En la primera fase de ocupación, este espacio
forma parte de la calle central del poblado. En la segunda fase, tras cegar
la puerta este de la muralla, se convierte en un lugar de habitación adosado al muro perimetral interno. En él se encontraron
varias cubetas y se documentó un particular pavimento, realizado con finas
lajas de piedra cubiertas por capas de barro. El relleno antrópico sobre el
nivel más antiguo está datado, por C-14, en el 1640 ± 90 a.C.
II. Este espacio reducido abierto a la calle principal y
presenta cuatro niveles de ocupación. Lo más destacable es un banco
hueco, correspondiente al nivel más moderno, en el que se encontraron
varios vasos cerámicos, uno de ellos con ocre y otro con cereales.
III. Espacio de planta trapezoidal, de
unos 4 m de ancho y 3 de largo, abierto a la calle principal y en el cual se
ha documentado un único nivel de ocupación. En él destaca una cista de
piedra (rectángulo de piedra de pequeñas dimensiones de carácter funerario), con el suelo enlosado, rellena de margas y escaso material arqueológico.
IV. Gran construcción de planta
cuadrada, sin puertas de acceso y con una profundidad máxima de 3,65 m,
que ha sido interpretada como una cisterna. Estaba rellenada de forma
intencional y en el fondo de ésta, por encima de una capa de limos, se
encontraron restos humanos pertenecientes a dos individuos. La cisterna
debió amortizarse como basurero hacia el 1550 ± 90 a .C., según las dataciones de C-14 obtenidts a partir de un carbón que se halló debajo de los
cuerpos.
VIII. Con 6 m de anchura y 4 m de largo constituye uno de los recintos más grandes del poblado, aunque en un segundo
momento se redujo su espacio. Presenta un silo excavado junto al muro sur
y se encuentra abierto a la calle principal.
IX. Abierto a la calle principal y con un silo excavado en el área central.
X. De unos 4 m
de ancho por 5 de largo, abierto a la calle principal. En él se encontró uno
de los enterramientos.
XI. De unos 4 m
de ancho por 6 de largo, abierto a la calle principal. En él se encontró otro
de los enterramientos.
XII. De unos 5 m
de anchura y 5 m de longitud máxima, abierto a la calle principal. En él se
encontró un vasar, un nivel de pavimentación realizado con lajas de piedra y
un cráneo y algunas vértebras en conexión anatómica bajo uno de los muros
del recinto.
Ladera sur:
V. De 7 m de ancho y 4 m de largo, en la que se constatan tres niveles de ocupación.
VI. Situado en la ladera oriental, de 6 m de ancho por 3 de largo, presenta 6 niveles de
ocupación, todos ellos correspondientes a los momentos iniciales del
poblado. Destaca el último nivel, datado por C-14 en el 1440 ± 90 a.C., al
que se asocia un vasar de piedra y abundante material arqueológico.
VII. Gran recinto de planta rectangular, de 4 m de longitud máxima, en cuyo nivel inferior se han podido identificar tres ambientes con claras diferencias funcionales. En uno de
ellos se encontraron restos de un telar, varios hornos y una zona de almacenamiento de cereales en vasijas y cestos de esparto. En otra de las zonas
se detectaron dos silos excavados en el suelo y un molino. Este espacio
sufrió un gran incendio, lo que ha permitido recuperar abundante material
arqueológico.
XIII. De
unos 10 m de anchura y 5 m de longitud, abierto a la calle principal. En él
se encontraron abundantes restos cerámicos.
XIV. Gran recinto rectangular, de
unos 10 m de anchura, abierto a la calle principal. Las estructuras estaban
en mal estado de conservación.
Se trata del hábitat de un grupo familiar amplio de unos cincuenta individuos, a juzgar por el
tamaño del yacimiento y por la presencia de recintos especializados en
diferentes actividades y aparentemente comunitarios, con una base económica fundamentalmente agropecuaria tendente al autoabastecimiento. Los estudios zooarqueológicos confirman la presencia de una
importante cabaña ganadera, principalmente de ovicápridos, en un entorno con condiciones excelentes para su mantenimiento. En el poblado también aparecen espacios comunales,
para el almacenamiento del cereal y su molienda, en los que se encuentran
varios silos y molinos de gran tamaño.
La comunidad del Cerro de El Cuchillo mantuvo una economía
mixta en la que la ganadería es el recurso más destacable. Otras explotaciones secundarias que se constatan en el yacimiento serían las relacionadas con los recursos lácteos y textiles y con la caza de animales salvajes. La aparición de materias primas foráneas en el poblado implica, necesariamente, la existencia de ciertas redes de intercambio y
de productos para intercambiar. También se registra una incipiente actividad metalúrgica, a juzgar por la presencia de algunos elementos metálicos,
escorias y moldes de fundición, aunque no hay minas.
Se puede determinar la existencia de 16 enterramientos,
uno de ellos doble, y algunos restos aislados, pertenecientes a catorce individuos adultos y tres infantiles, siempre inhumados, sin rito de fuego. Los enterramientos se documentan en el interior de los
lugares de hábitat y entre los dos lienzos de muralla. La colocación de los
individuos no es homogénea, mientras que algunas inhumaciones están
realizadas en cistas, otras no presentan ninguna construcción específica,
estando cubiertas, simplemente, por lajas de piedra. Tampoco existe una
norma en cuanto a la deposición del cuerpo. Todos son varones,
lo que indica una diferenciación del ritual funerario marcada por el género. Ninguna de las inhumaciones
presenta materiales arqueológicos asociados que puedan ser considerados
como elementos de ajuar.
Se puede deducir que se trataba de
un grupo social organizado en función de la línea de parentesco. Es decir,
un grupo familiar amplio, cuyo carácter hereditario se refleja, sobre todo,
en la presencia de enterramientos infantiles en el espacio de hábitat, donde
sólo unos pocos tienen derecho a ser enterrados. Dentro del grupo debieron de existir diferencias de género y de estatus social, evidenciadas también en el contexto funerario. Sólo se entierran algunos varones en el interior del espacio amurallado y, dado su escaso número, debió existir otra
zona de enterramiento para el resto de la población. Por otra parte, la existencia en el poblado de áreas comunales de trabajo y almacenamiento, la
homogeneidad en cuanto a los ajuares domésticos y la inexistencia de
ajuares funerarios llevan a pensar en un acceso igualitario a los recursos y
en la inexistencia de un concepto de propiedad individual. También se constata una incipiente aparición de trabajos artesanales especializados, como la metalurgia o el trabajo del marfil, que requieren la aplicación de una serie de conocimientos tecnológicos
y el empleo de un utillaje específico. Estos trabajos están orientados, sobre
todo, a la elaboración de elementos de adorno o del utillaje necesario para
ese mismo fin.
Se han encontrado numerosos botones prismáticos cortos de marfil con perforaciones en V y botones prismáticos largos con doble perforación en V, cuatro fragmentos de brazaletes de marfil, cuentas discoidales y tubulares con perforaciones centrales hechas de malacofauna, una cuenta oval en piedra, colgantes hechos con valvas, dos colgantes de colmillos de suido (jabalíes), fósiles de moluscos, placas multiperforadas de marfil, una placa de hueso, placas fragmentadas de piedra, un fragmento de anillo de bronce y otras cuentas y fragmentos en proceso de fabricación.
El origen del marfil que aparece en la Península Ibérica en contextos
de la Edad del Bronce es, probablemente, extraeuropeo. Descartado el empleo de marfil fósil u odontolita, sería de procedencia
norteafricana. El marfil se constata por primera vez en algunos yacimientos calcolíticos precampaniformes de Andalucía y el sur de Portugal. A partir del Campaniforme y la Edad del Bronce los elementos de marfil se multiplican, lo que supone la consolidación de unas redes de intercambio existentes ya en momentos previos. Durante este período encontramos una
amplia difusión de objetos elaborados con marfil. Hay numerosos yacimientos con presencia de elementos ornamentales elaborados con
marfil, por ejemplo, el Cerro de La Encantada (Ciudad Real). El hecho de que en el Cerro de El Cuchillo no se hayan encontrado fragmentos de marfil sin manufacturar, aunque sí adornos inacabados,
podría sugerir, además, la idea de un intercambio de piezas semifacturadas
en forma de barras prismáticas, placas de sección plana y barras de tendencia anular.
La importancia de este yacimiento radica en que fue abandonado junto a muchos de sus bienes cotidianos, como utensilios de cocina, cerámica, material agrícola, ajuares, vestimentas entre otros restos. Esta condición lo hace único para el estudio de los pobladores de la Edad del Bronce, ya que han dejado mucha información de sus modos de vida. El yacimiento está excavado en su totalidad en diez años (de 1986 a 1996), lo que ha llevado a ser un “modelo” a la hora de comparar con otros poblados coetáneos de nuestro país.
En una excavación del yacimiento apareció una vasija de arcilla con motivos solares única para la Prehistoria de Castilla–La Mancha debido a su forma y a la decoración que presenta. Es un pequeño recipiente con unas medidas de 13,5 centímetros de altura por 6,5 centímetros de diámetro. Destaca su decoración a modo de impresiones de bandas horizontales y pequeños trazos verticales. Además, presenta una guirnalda a modo de arcos semicirculares y seis representaciones en forma de sol junto a motivos que recuerdan a la rama de una planta o ramiforme. Debido a su pequeño tamaño estaría preparada para colgarse y estaría relleno de algún mineral como ocre o alguna hierba aromática dedicada a rituales. Actualmente, la pieza se encuentra en el Museo de Albacete.
En una excavación del yacimiento apareció una vasija de arcilla con motivos solares única para la Prehistoria de Castilla–La Mancha debido a su forma y a la decoración que presenta. Es un pequeño recipiente con unas medidas de 13,5 centímetros de altura por 6,5 centímetros de diámetro. Destaca su decoración a modo de impresiones de bandas horizontales y pequeños trazos verticales. Además, presenta una guirnalda a modo de arcos semicirculares y seis representaciones en forma de sol junto a motivos que recuerdan a la rama de una planta o ramiforme. Debido a su pequeño tamaño estaría preparada para colgarse y estaría relleno de algún mineral como ocre o alguna hierba aromática dedicada a rituales. Actualmente, la pieza se encuentra en el Museo de Albacete.
El grupo se articulaba de forma jerárquica, hombres, mujeres y ancianos y niños. Prueba de ello es que tan solo una docena de individuos tuvieron el privilegio de ser enterrados dentro del poblado, en fosas construidas entre las casas y las murallas.
No poseían ajuar alguno, tan solo su ropa o sudario, si bien habían sido depositados siguiendo un ritual predeterminado, pues todos estaban enterrados en una postura encogida, de lado y con una mano cerca de la boca. Sin duda se trataba de personajes importantes para la comunidad, por su posición jerárquica, sus conocimientos o por otros motivos difíciles de comprender desde la perspectiva actual, como en el caso de los niños.
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