Cuando Diane Arbus murió no había publicado ni un solo libro ni había hecho ni una sola exposición individual. Todo lo que se conoció de Arbus fue lo que se publicó en revistas marginales. En aquella época estaba divorciada, tenía dos hijas y vivía en el estudio donde trabajaba. Ella fue una apuesta por la fotografía.
La mujer que le abre los ojos es Lisset Model, una gran fotógrafa europea emigrada a EEUU y dedicada a la enseñanza. Para ella “la cámara es un instrumento de detección. Fotografiamos lo que vemos y lo que no vemos. Cuando apunto a algo con la cámara estoy haciendo una pregunta, y a veces la fotografía es la respuesta. En otras palabras no trato de demostrar nada, soy yo quien recibo la lección.”
La propia Arbus decía que “hasta que estudié con Lisset yo soñaba con fotografiar en lugar de hacerlo. Lisset me aconsejó que disfrutara cuando fotografiaba así que comencé a hacerlo, y después aprendí a disfrutar del propio trabajo de fotografiar”. Esto es muy importante porque cada vez hay más dos tipos de fotógrafos: los que fotografían pensando en su obra (ya está pensando en el libro, la exposición, etc.) y los que fotografían porque lo que les importa es fotografiar, es ser fotógrafos.
A Diane sólo le importa el individuo. Es más, cada vez le interesan más los límites del individuo, la gente extrema: los enfermos mentales, los deformes, los enanos…Comienza a interesarse por los desechos de la sociedad, porque ella consideraba que son los verdaderos héroes. Porque desde que nacieron han aprendido a vivir con el dolor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario