martes, 29 de enero de 2013
sr. humboldt, supongo
El colmo de la profilaxis es hacerlo con condón y mosquitera. ¡Qué dos grandes inventos! El espray, que parecía haber revolucionado el mundo de los cacharricos del flis, sólo resultó ser una operación de márketing, como el sidí lo fue con el vinilo. Tengo comprobado que las personas que acompañan a los mosquitos durante su uso, pueden correr la misma suerte. ¿Qué sentido tiene un veneno que no discrimina? En cuanto al raid eléctrico, había creado muchas expectativas, incluso los restaurantes caros lo usan en la capital. Pero su radio de acción es muy limitado, o sea que logra que no le piquen a Beni (la más cercana al enchufe) y sólo las primeras horas. Al final hay que levantarse y poner la mosquitera.
Para madrugar, este hotel tiene dos gallos en plantilla. Decidimos levantarnos con el de las seis y media. La agencia nos mete en un bus de línea hasta Paracas. Un cartel dice se busca buen alcalde. Un poco lío para meternos en la lancha. Alguien me pregunta: ¿Usted cuántos son? Me dan ganas de decirle que yo era pollo (como si el chola fuera camarero).
El paseo se hace agradable con el cielo nublado y la brisa de la mar océana. Nos acompañan pelícanos volando muy cerca del agua, a nuestra velocidad. El pelícano parece un ave gris, pero de cerca brillan los colores de su pico: rojo, amarillo y gris azulado. Emociona tenerlo tan cerca encima de tu cabeza jugando con el aire, sin mover las alas. Bordeamos la península de Paracas (que en quechua significa tormenta o lluvia de arena) y luego vamos a las Islas Ballestas, que son pura roca en mitad del agua. Por su difícil acceso, tiene una colonia impresionante de pelícanos, cormoranes, zarcillos, pingüinos humboldt y lobos marinos, aparte del atractivo de los recovecos chulos que tienen las propias islas de cantos y grutas que las atraviesan. Los pingüinos humboldt son muy pequeños y tienen una ralla lateral. Su traje es de menos caché. Los lobos machos rugen como descosidos para sus señoras, que acaban de parir aquí, en la Playa de la Maternidad, y se dedican a cuidar a los ninios.
Al acercarnos hay un olor fuerte, es el guano, la palomina de los cormoranes y otras aves, que actualmente se vende como abono, pero se usó para la fabricación de dinamita. Aún hay plataformas para su recogida.
Nos acercamos a Ica porque es parada de las grandes líneas a Arequipa. Es una ciudad comercial, histriónica, ruidosa, sucia y fulera, rodeada de dunas. Una ciudad-oasis regada por el río Ica. La calle principal está llena de casas de juego y porquería. Se oyen cumbias y vallenatos. Los taxis son pequeños Daewoo Tico amarillos, que no paran de pitar por cualquier cosa. Como último refugio sólo queda la Plaza de Armas, medio destrozada por el terremoto. No queda ni una sola plaza de cama para Arequipa. Compramos asientos normales en la compañía Ormeño para las ocho.
Se vende de todo, hasta tu peso. Esquís para las dunas, fósiles de ballenas. Se prestan móviles encadenados. Descansamos en una heladería tranquila de la plaza. Sabores raros: chocolate con castaña, manjar (el relleno de los churros), morena, pye de limón, artika, capricho... probamos el pye y el manjar. La plaza se va llenando de gente. Nos sentamos en un banco con unos abuelos productores de pisco. Dibujo a uno de ellos: Arturo Mejía. Le gusta el dibujo y me pregunta cómo puede hacerse con él. Si me da un email se lo mando. Nos ofrece ir a su hacienda: es una hacienda colonial española, dice.
- Es muy tarde, ya tenemos comprados los billetes para Arequipa.
- La próxima vez que vengan, agarran un taxi y que los deje en mi hasienda, dice mientras me acerca una tarjeta.
Mientras ellos siguen hablando de la cosecha de uva (ahora en febrero) y de los desastres del terremoto, nos vamos a tomar un pisco sour. Sólo ponen jarritas a 15 soles, pero le digo que Beni no bebe y me hace un especial de media jarrita por ocho soles. Me deja una coctelera muy fría (y muy grande). Está más rico que en Trujillo, más sabroso, más fuerte. José Mari, recuerda la campaña: si tomas, no manejes, me dice el grillo tocapelotas. Me levanto un poco mermado. La plaza está espléndida. Todo lo está ahora. Vamos hacia el bus sorteando motocarros. Le recuerdo a Beni que está prohibido viajar tomados. Tarde he piao.
Los cables se me han cruzado vía internet y buscando a un Adam Hamilton (primo de una alumna http://www.adhamilton.com/Dans_Site/A.D._Hamilton.html) he encontrado a otro, pero en ambos casos hay "algo" que me gustaría compartir contigo, creo que te gusta pasear por sus espacios diseñados.
ResponderEliminarhttp://danielhamiltonillustration.blogspot.co.uk/
Me gusta mucho, muy de enciclopedia infantil de los años en que yo era niño. Creo que el referente de todos estos ilustradores es el gran Jim Flora
EliminarEl padre de estos y de muchos. Es tan bueno que tiene para repartir. ¡Como tú!
ResponderEliminarDe esos tiempos en los que se hacían las cosas bien, a mano, me gusta charles Harper. También ilustrador de enciclopedia que por la Escuela lo revisamos mucho.
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