miércoles, 30 de enero de 2013
arequipa
Me despierto a las tres. Montañas de purita roca. Más arriba, muy arriba y dando vueltas, las luces de los autobuses serpenteando las montañas. Abajo el agua y las montañas azules iluminadas por la luna llena. La música me gusta, Sonia Gonzalvo canta a Mercedes Sosa. Llegamos muy tarde, después de cambiarnos de bus por culpa de la brigada de tolerancia sero, que controla los carros a la entrada de Arequipa. La familia rural descarga sus cinco cajas de uvas, sus cuatro cestas y sus capachos. Tres generaciones de mujeres ¿cuándo llegamos amaaaa? con el acento sureño de los dibujos animados.
Entramos en taxi. Arequipa tiene muy buena pinta, todo de piedra blanca (no tan colorida como el resto de Perú). Terrazas bajo los arcos del primer piso de la Plaza de Armas. Un buen hostal por 50 soles, con un patio al sol y las habitaciones alrededor. Señora agradable. Nos tumbamos, este viaje ha sido pesado.
En la terraza del tejado tenemos vistas cojonudas a Santa Catalina y el volcán Misti, y una cadena de montañas cuyas afiladas puntas aparecen por encima de las nubes. La ciudad es acogedora, limpia, con casas con patios y monasterios con claustros para visitar (San Francisco, La Compañía y Santa Catalina), cafés... para mi gusto es demasiado turística, lo que hace que el centro sea caro. Como que una cerveza te puede costar dos euros y un cuy diez. Molesta esta consideración general de que por ser turista no te importa pagar más, te sobra la plata. Los museos tienen un precio especial para extranjeros.
Les digo: Llámenme cuando lleguen a Madrid, pondré cuidado en que les dupliquen los precios.
Hay cosas que merecen la pena, también a ese precio, como un cuy (mejor sin cabeza) en las terrazas balconadas con un pisco sour, observando el gentío de la plaza. Un cafelito en el bar del claustro de La Compañía al atardecer y una tumbadita en esta terraza, con el perfil del Mitsi entre la bruma, tomando el fresco a la luz de la luna llena y cumpliendo malamente con los colegas que quieren saber de nuestra vida.
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