miércoles, 7 de septiembre de 2011
la fragua de vulcano
Desayunamos plácidamente en el patio de la casa, como sólo se desayuna de vacaciones. Tostadas con tomate y aceite de oliva. Hace un día espléndido. Cogemos el coche y nos recorremos la costa oeste. En la primera desviación, una hermosa casa con un pez espada hecho con las tablas redondeadas que el mar devuelve, una enorme raspa de pescado de hierro soldado en el porche. Después las Salinas del Janubio. Vulcano andaba por aquí cuando le dieron la desagradable noticia. Enfurecido pataleó la fragua y llenó todo de mocos de herrero. Quizás cogió aquel tractor tan grande como un dios y lo levantó todo profundamente cabreado. Una idea de desorden, de caos, acostumbrados a que el viento y el agua de milenios lo ablanden todo.
La Punta del Volcán. Los hervideros llenos de turistas ingleses horteras. Curritos que vinieron en Ryan Air, las señoras con chanclas llenas de brillantes. Rojos de sol y cerveza. Playa Montaña Bermeja. Lago de los Clicos, verde rodeado de esas rocas marcianas veteadas y al otro lado la montaña roja roja. El Golfo. Una terraza frente al mar con una cerveza de medio litro y unos cigarrillos que aquí son tan baratos. Paseo por la playa negra más negra mojada. Otra vez coche y solomillo con patatas y pimiento con Miguel Ángel, que viene con hambre y sueño del curro
La Geria con sus vides camino de Femés, donde nos tomamos un café en una bonita y agradable terraza. Al subir al norte, nublado y bruma. Impresionante Playa de Famara. Las nubes agarradas a las picudas y cortantes montañas. Una línea de luz en las crestas. Banderas rojas. Surfistas de negro en esas olas que dan miedo. Algunos bañistas a la gallega en la explanada. Se reflejan boca abajo en la zona húmeda. Me subo en un sillón amarillo de socorrista a dibujar. Las bañistas se ríen. He olvidado las acuarelas. Dibujo con tinta china aguada. Difícil pillar esta atmósfera romántica de cumbres borrascosas y a la vez plácida y feliz. Beni y Miguel Ángel se tumban en la arena.
Arrecife. Calle José Antonio y luego el paseo marítimo hasta el Charco. Un bar al borde, al fresquito con las pequeñas barcas de pescadores. Croquetas de pescado y puntillas regadas con Dorada de Tenerife. Gente agradable y simpática. Algunas casas antiguas entre palmeras. Me agrada ver algo que no es reciente, que tiene un poco de historia. Algún drago y muchas palmeras. En la noche, sólo luces y las siluetas atormentadas de los surcos caóticos de Vulcano.
Tus desmanejados y expresivos grises junto a tu literaria exposición me extraen los sentimientos lenta y cálidamente como el lava que imagino modelando el paisaje que nos acercas. Siempre imponente.
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