Hacía varias semanas que no iba al pueblo. Al llegar a la casa, lo primero que hice fue mirar el buzón. Un vuelco me dio el corazón cuando vi un pequeño paquete de Lisboa enviado por Eduardo. Lo abrí nervioso. Dentro había un hermoso librito negro lleno de retratos de conocidos sentados en aquel sillón que encontrara un día en la calle. Ese estilo rápido e
imperfecto, como él lo llamaba. Bonito y emocionante a la vez. En las primeras páginas, junto al título, hay una dedicatoria escrita con bolígrafo negro. Con letra nerviosa, casi garabateada, dice:
Para José María. Te envío mi último proyecto. Literalmente el último. Un abrazo, Eduardo Salavisa.
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