domingo, 22 de abril de 2018
évora recién pintada
La nueva Évora es más luminosa, más divertida supongo. De ser una ciudad de paso para nosotros, nos damos cuenta de que ahora tienen abierta la catedral, que puede verse a un módico precio, que los del Museu do Relógio de Serpa han abierto una sucursal aquí. En fin, que se ha convertido en una auténtica ciudad de guía turística. Ahora se puede dibujar el templo romano bebiendo una cerveza y oír fados en las tabernas. Las calles están limpias y recuperadas, la capilla de los huesos es toda una atracción, con una puerta de diseño, y hasta en el Jardín Público pueden oírse conversaciones en francés. Visitamos el cementerio, con un curioso apartado para el osario de los bomberos voluntarios, pasamos a la iglesia del Carmen y tomamos café en el Estrela d'Ouro, como novedades. En este último un señor ha montado ahí su oficina y pasa a lápiz apuntes en un cuaderno, con la letra muy pequeñita y el lápiz muy afilado. Tiene un sacapuntas grande encima de la mesa que utiliza de vez en cuando.
Como mi nuevo cuaderno es pequeño y manejable, hago dibujos rápidos a gusto, sin problemas. Como si todo fuera nuevo, como si antes nunca hubiéramos estado. O, por lo menos, como si no nos hubiéramos dado cuenta.
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