lunes, 21 de noviembre de 2016
la última cena
Lo recuerdo levemente. Había potes y sopas de pescado. Todo el mundo hablaba y dibujaba, y se hacía hueco para el cuaderno. Inma llevaba un jersey amarillo de lana que se había dado de sí. Hablaban de un camino que conduce la vista en un dibujo, un camino gráfico, que yo empecé en aquella flor gigante que llevaba en el jersey. Movía las manos al hablar, pero había una tendencia a descansar el cuerpo sobre sus brazos. Marta se había puesto la camiseta de papagayos con la cola turquesa. Yo aproveché el color rojizo de las plumas para pintar sus chapas. Xita nos dibujaba cabezones y con colores fuertes. Primero hacía las manchas, y luego las líneas las traían a la figuración, como Picasso. Florenci estaba de charla con el camaraca, que ya estaba pasado y había atravesado la línea fronteriza que lo separaba de los clientes. No sé que negosis se traían, pero llegó con una bolsa llena de conchas de vieiras que me recordó unos caparazones de centollos que mis padres nos trajeron de niños. Marta se pintó los ojos. Ana se volvió a entusiasmar con el rotu y quedó prendada en ese mundo. Mercè estaba unos milímetros arriba; pero era solo una ficción. Sé que hubo zamburiñas, con esas conchas pequeñas, y unas jarras de albariño. Y que todo el mundo hablaba y también reía. Y que luego me pasaron una botella de orujo, que Florenci también había negociado, y decía ser un remedio para mi resfriado. En algún momento debimos despedirnos. No sé. Yo caminaba sobre el granito brillante, mojado por la lluvia. Los faros iluminaban esas gotitas ínfimas que volaban por el aire. En mi coco seguían las risas, el eco de la charlas. Pero se perdían como las voces de la chavalería que, al atardecer, vuelve a casa con sus bicis.
Estabas febril...
ResponderEliminar(...)La palabra fiebre es la más bella de la lengua (fiebre, fiebre, fiebre). Ninguna de las drogas que probé luego, a lo largo de la vida, me proporcionó las experiencias alucinógenas de la fiebre. Deberían vender pastillas productoras de fiebre. No mucha: esas ocho o nueve décimas que nos extrañan de la realidad. Recuerdo todas y cada una de las ocasiones en las que he visto el mundo a través de la fiebre. Todas y cada una de las ocasiones en las que el mundo me ha mirado a mi a través de la fiebre. Me han producido fiebre las anginas, desde luego, pero también la lectura de ciertos libros. (...) Todavía me la producen si los leo con la concentración adecuada. He tenido,en ocasiones, una experiencia rara: la de detectar la fiebre en la realidad(...) Las mejores cosas que he escrito están tocadas por la fiebre, quiero decir que están febriles. Tienen una febrícula. Qué palabra también, febrícula. (...) La fiebre crea una red de dolor dulce que te conecta a la realidad, al mundo, a la tierra... La fiebre daña y cura, como el bisturí eléctrico de mi padre. De "El mundo" de Juan Jose Millás
¡Cuánta razón, sobre todo en la dulzura, el ver las cosas un poco lejanas, pero dulcemente! Un abrazo Inma
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