sábado, 14 de febrero de 2015
vista aérea del lago nahuel huapi
Amanece un día espléndido. El sol entra por los ventanales iluminándonos el desayuno. Lavamos la ropa, descansamos, cargamos nuestra tarjeta. Nos marean un poco pues el transporte urbano está privatizado y cada compañía, al menos tres, tiene sus propias tarjetas. En la terminal, compramos boletos para mañana ir a Villa La Angostura, a ver el bosque de arrayanes.
Dedicamos el resto del día a recorrer el sur del lago hasta Cerro Campanario en bus urbano. Diecisiete kilómetros con playas de chinatos, legendarios árboles y vistas maravillosas al lago. La gente se baña o toma el sol en las rocas. A Cerro Campanario subimos en telesilla a un mirador circular con vistas a cualquier punto cardinal. El desmonte del camino deja ver algunos arbustos como la chupaya, la reina mora, la rosa mosqueta, el espino negro. Luego de ver y pasear, dibujo unas bonitas vistas con el beneplácito de un pintor al óleo argentiiino que resién aprendió a usar la espátula. Observo los árboles en primer plano (cipreses, abetos pinsapo, arces, coiues, lengas, abedules) y una rapaz pequeña que come de las galletas saladas que le ponen en la barandilla y que parece un cernícalo.
Las vistas son cojonudas y el día acompaña. ¡Tranquiiiiilos po! Nos comemos unas milanesas con ensalada, aquí la carne no falla y el precio es caro pero no más que en otro sitio. Mientras, disfrutamos del paisaje y las adolescentes se autorretratan con el móvil anclado a un bastón periscópico, después de haberse arreglado el pelo. Lindo fondo nena.
Por la tarde volvemos al hotel y damos una vuelta por las cervecerías de la perpendicular. En todas las esquinas hay algún grupo tocando, y por aquí tocan y cantan bien. Vamos a un restaurante en el que nos sirve un forofo del Rácing, de Cholo y del Atlético. Pero la cena lo mató. Es difícil, pero los tallarines se pasaron y la carne no es ni de tercera división.
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