Si admitimos como histórico que los españoles, al llegar por primera vez a estas tierras, dijeron acá nada, debemos admitir también, bajo la misma lógica, que las chicas no son para tirar cohetes, que simplemente son de Edmontón.
Desayuno en el hotel. Huevos mirando al cielo con bacon crujiente y white toast, café aguado con crema de leche concentrada y orange juice. Vistas chulas a la bajada del río y el bosque que lo rodea.
Cambiamos los planes y, en vez de ir en coche alquilado hasta Calgary y subir Las Rocosas por la línea de los lagos, compramos un billete económico en nuestro querido tren panorámico hasta Jasper para entrar en las grandes montañas bajo su cúpula acristalada. Sale mañana a las 10,00 y llega a las 15,50.
Echamos la tarde en el Edmonton Folk Festival. Muy mal preparados, como siempre. Todo el mundo lleva su manta, que pone sobre el césped de este auditorio natural (aprovechando el desnivel hacia el río). Nos parece exagerado; pero, cuando empieza a anochecer, hace un relente para tiritar y lo entendemos todo. Disfrutamos con: Roy Forbes, un cantante muy popular de Vancouver, las danzas indias de Chester Kinight & The Wind, la cantante húngara Márta Sebestyén y su grupo Muzsikás, que también bailan, Buckwheat Zydeco, el acordeonista estadounidense con su potente banda haciendo gospel, el reggae de los jamaicanos Toots & The Maytals, algunos cantantes country de Edmontón y Winnipeg entre grupo y grupo, y el gran Billy Bragg presentando su último disco de canciones de Woody Guthrie acompañado por Wilco, una verdadera maravilla.
Finalmente, nos vamos tiritando y volvemos al hotel con la cabeza llena de música. No he llevado mi cuaderno, así que hoy no hay dibujos.
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