miércoles, 31 de agosto de 2011
28may09 haiphong-catba
Tempranito me escapo a dar una vuelta por esta tranquila ciudad a la francesa. Voy hacia el puerto. Hay un barrio flotando en el río frente a la estación de autobuses. Hago fotos a los sampanes y a un niño que sale para ir al colegio. Se enrolla y me lleva, pisando crujientes tablas de barco en barco, hasta su casa. Me presenta a su familia y les hago fotos dentro de la casa. El padre, muy joven como todos los vietnamitas, me acompaña para salir al andén. Desayunamos en un quiosco y, luego, me vuelvo al hotel. De camino dos señoras mayores que hacen gimnasia me piden una foto. Vistas, me la aprueban.
Cogemos una moto-bike para el express a Cat Ba, que es un viejo y destartalado hidroplano de procedencia rusa y con muchos años encima. Lo cierto es que va muy deprisa y parecemos ir en un gran ave rasando el agua. Se pone a llover y, desde aquí, todo es más hermoso.
Alucinante la entrada a la Bahía de Cat Ba, llena de barcos de pesca verdes y azules, todos con la bandera roja con su estrella centrada. Pillamos un cojohotel por seis dólares en el puerto. La pared de la fachada es de cristal ahumado y las vistas son del copón de la baraja. Ducha y bañador.
Por una pasarela de madera que recorre los acantilados de rocas negras (impresionante) llegamos a la playa llamada CO2. Fina arena amarilla llena de restos de corales y piedras negras que le dan un extraño punteado, en una cala de medio kilómetro. Tumbonas bajo las palmeras. Es la última de tres calas seguidas rodeadas de verde y rocas en el Mar de China Meridional. Del agua emergen pequeños islotes de piedra con vegetación en las crestas. Estamos pegados a la Bahía de Ha Long.
Aparece una pareja de marcianos blancos como la leche. De estar solos y, por tanto, ser protas, pasamos a ser simples deslumbrados por el pálido brillo de estos seres de pelo rojo. Me pido una Halida, la cerveza del elefante. Una chica se pone a barrer la playa tapada de arriba a abajo.
Ya en el puerto, nos sentamos en una terraza. La cerveza de barril es muy barata, la enfrían poniendo encima bloques de hielo. Al lado hay una familia vietnamita. La niña nos trae unas tiras de pescado seco a la plancha. El padre nos mira como ideólogo del regalo. Está bastante rico, se lo agradecemos. ¡Qué cosas tan ricas hacen en este país, cómo nos gusta! Rechaza mi cigarro porque es mejor el suyo.
Se juntan en nuestra mesa todas las amigas que he dibujado, se beben la tetera, unos dobles y unos cacahuetes crudos que están riquísimos.
Negociamos con una niña unos cangrejos con las patas azules. Cuando ve que la dibujo, vuelve a ser niña y se olvida de los negocios. Los ojos de los vietnamitas no tienen nuestros lagrimales, el párpado de arriba monta o se cruza con el de abajo. Los pómulos son más marcados.
En el muelle, las parejas comen pipas al fresco. Nos tomamos un guarapo con hielo. Sólo hay una luz roja con un bienvenidos a Cat Ba. Aquí se está en la gloria. Hemos encontrado nuestra temperatura, la noche fresca de verano. Se quitan las chanclas y se levantan las camisetas para disfrutar. ¿Qué más se puede pedir?
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