sábado, 13 de agosto de 2011
14may09 hanoi
El hotel está bien (con desayuno e Internet gratis: 15 usd). Callejeamos por el barrio, los gremios se agrupan por calles, hasta el Lago de la Espada Restituída. En el agua el Templo de la Montaña de Jade (al que se accede por un puente rojo lleno de gente) y el monumento de la tortuga. Las paredes llenas de cifras, son números de teléfonos, algo de mal gusto nos dicen en inglés. En la calle, muchas motos aparcadas y los vigilantes de motos, al lado. Es fácil perderse en estas calles que no van en cuadrícula, tendré que conseguir una brújula. Recorremos la orilla norte del lago. El edificio de correos y la Catedral de San José en una placita llena de colegiales en camisa blanca y pañuelo rojo al cuello (a lo pionero cubano). Notamos la contaminación en los ojos. Las mujeres van tapadas y no llevan marcas de diferenciación sexual. Ellas trabajan duro, llevan esos enormes balancines cargadísimos y se dedican a vender en mercados y calles. Parece que han acumulado todos los trabajos del hombre, sin abandonar los de la casa. No vemos mendicidad pero sí mucho tío vendiendo un paseo en moto, postales o un hotel barato. Gente agradable, un tanto reacia, me refiero a la gente de la calle, no a esa que vive de los turistas.
No encontramos el restaurante Labrique. Vemos un español llamado La Salsa, pero no hemos venido a comer gazpacho y paella.
La ciudad nos recuerda a Manila. No es fácil pasear con las aceras llenas de negocios, con los clientes sentados afuera, ese montón de motos aparcadas y tanto tráfico en la calzada.
La temperatura está bien, pero hay una humedad muy alta. Comemos sopa de verduras (pho) y carne, una especie de ensalada de papaya y frutos secos y un rollito con arroz (unas 1000 ptas. los dos). A Beni le desagrada una hierba olorosa y el picante. Ellos comen en la calle, en los mercados callejeros, como en China, sentados en unas banquetas de plástico que levantan unos 15 cms del suelo. Todos los platos los lavan en el mismo cubo. Es cuestión de días que entremos en su rollo.
El día 20 hay elecciones. Los carteles son de imprenta digital, con dibujos chulos pero no originales. Representan al pueblo ante las urnas.
El Café Mocca, muy bonito, lleno de pijas asiáticas y turistas. El camarero es un listo que no quiere soltar los 20.000 dong que me sobran, con toda su magnífica simpatía. En frente hay un templo budista. La atmósfera es mágica. Sentados hay un monje viejo y una jovencita con el pelo rapado. Llevan un sayo marrón desgastado. El viejo se levanta y nos enseña el viejo templo de madera y tejas pasadas. Llegamos a una sala de columnas de madera y altares con budas de color bronce. Nos enciende un paquete de barritas de incienso y le doy un dólar. Foto, foto dice. Saco la cámara y dramatiza la colocación de las barritas. En el patio, un grupo de monjes jóvenes comen alrededor de una mesa de madera oscura y recia.
Volvemos al lago. Nos sentamos en un banco, mirando la tortuga de piedra. Un chaval con bigotillo ralo y cuatro pelos de barba quiere vendernos postales del Hanoi de finales del XIX.
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