lunes, 6 de junio de 2011
cuadernos en la pantalla
El cuaderno de viaje es tan azaroso como el propio viaje, o la vida. Empezamos con dibujos sin ganas y en algún punto del viaje nos sube la adrenalina y nos volvemos locos. Hay herramientas que nos deprimen y otras como un red bull. El cuaderno lo va recogiendo todo: los paisajes, la gente, las manchas y la pereza al dibujar.
Por eso mostré el sábado los cuadernos de un viaje de dos meses en que hubo de todo. Allí estaba también mi estado de ánimo, en esos trazos a veces calmos y a veces nerviosos.
En ese viaje hubo un momento, en el altiplano, de Arequipa al lago Titicaca en que, mientras un señor de tez agrietada y oscura me contaba cuanto se proyectaba en la ventana, yo era incapaz de levantar el rotulador. Necesitaba dibujar y escribir todo aquello. Entonces encontré toda la felicidad que puede dar un simple lápiz.
Parte de aquello era este dibujo, muy pequeño en el original, en una parada para mear. Para los que me preguntan ¿qué escribes? este pedazo de papel está tan ampliado que puede leerse.
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