martes, 7 de junio de 2011
acuarelas borrachas
Si uno suele llevar un cuaderno consigo, no es difícil que, en algún momento, coincidan acuarelas y alcohol. Ya habéis visto mi cuaderno de la entrada gin ecoline, sencillamente lamentable. Aquí traigo otros dos casos de dudoso comportamiento:
En el segundo, bajo la escusa de airearme después de una generosa ingesta de brandy en la terraza de Toña, acabo malsentado en el anciano rey de los vinos, frente a la Almudena, antes de que una reforma acabase con su encanto.
En el primero, llevo unos días sólo y metido en un bosque de cedros rojos en la orilla de Juan de Fuca Strait de Isla Vancouver, en Canadá. He encendido un fuego en la playa de cantos blancos para hacerme un bistec de cuatro centímetros de grosor. ¿Qué se puede hacer mientras anochece sino mirar el fuego, oir las olas y beber brandy?
Lo que me gusta de estos dibujos es que sin perder el sentido de la realidad, tampoco hay mucho interés en representarla y, al final, gana el ambiente, la atmósfera. Cuando los reveo, me teletransporto con los síntomas propios del brandy que aún persiste en la lengua y en el coco.
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