Lo que añoraba era aquel tiempo sin rutina en el cada día traía algo nuevo, inesperado. Aquellos días en que no había que entrar a trabajar a las nueve y estar todo el día con la argolla. Añoraba luchar por algo en lo que creía.
No luchaba por la democracia, no solo. Los tunecinos y egipcios no salieron a la calle a jugársela por la democracia. Salieron para que sus vidas cambiaran. Para salir de esa espantosa vida en la que estaban metidos. Por eso luego con la democracia viene la decepción. Por eso este brigadista no estaba satisfecho de su democracia.
- En realidad sólo hay democracia los domingos -decía.
Yo pienso de la manera del brigadista suizo, si no fuera por que ahora también se trabaja los domingos y si no se trabaja hay que estar consumiendo para que alguien gane, y funcionen los negocios y con ellos el país.
El curro nos tortura. Nos retuerce el estómago en el tiempo libre. Nos recuerda: este es el tiempo en que eres feliz. Pero es efímero. Prepárate para mañana.
Siempre poder tomar el sol en el retiro, siempre bañarse en una playa desierta. Siempre comer un bocadillo a la vera del rio, siempre unas cañitas con los amigos mientras los demás salen de misa, siempre un café con leche en un bar desconocido, siempre un amor nuevo, siempre enganchado a un libro, a un sueño. Siempre entusiasmado por algo que hacer, siempre viajando, siempre gente nueva, nuevas historias. Siempre tumbado a la sombra de un viejo árbol, siempre oyendo el tumulto de los pájaros al atardecer. Siempre risas. Siempre sol. Siempre domingo.
En el dibujo, la playa de Los Genoveses para mí solito. Con un pudoroso cuaderno para hacerme compañía.