Oh ¡Qué vergüenza! Creía realmente que estaba en mi piso y resulta que estoy en otro igual de otra planta. Mientras recorre el piso y ve las camas deshechas, trato de convencerla de que creía que era mi casa y que además es peor todavía, he tenido visita de tres hermanos que han ocupado la casa.
Somos doce hermanos, digo, de golpe vienen tres para ver las luces de Navidad de Madrid y yo los acojo en mi casa. Estaba convencido de que era ésta. Estoy totalmente avergonzado. No sé qué decir. Mis hermanos subieron con mi llave antes y yo lo hice pasado un tiempo. Subí la escalera y encontré la puerta entornada y pasé, sencillamente. Ellos ya se habían acostado en las habitaciones. Así que abrí la cama del salón y me acosté. Su mirada denota no creerme. No sé que hacer.
Póngame una denuncia. No negaré que entré en su piso; pero creyendo que era el mío. Pagaré con lo que se me imponga. No soy un gamberro, no hay maldad en lo hecho.
Empiezan a llegar vecinos que merodean por el piso. Esto es un escándalo. Hablo uno con uno para justificarme. Les cuento que somos muchos hermanos, que parece que enternece, que mi llave abre la casa de la vecina, que esta coincidencia, que los pisos son casi iguales, que había bebido un poco y encendí solo una pequeña lámpara y que todo eso me llevó a la confusión.
Los vecinos cuchichean. En el pasillo se amontonan como en un entierro. No saben si creerme. es difícil. Voy soltando mi discurso lastimero uno a uno según van entrando.
Esto será muy duro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario