Café de viejo mobiliario con aspecto de anticuario, butacas de terciopelo rojo y cachivaches por todas partes, que pueden entretener al parroquiano solitario durante largo rato: instrumentos musicales, vitrinas repletas de frascos y pomillos, estatuas, carteles de chapa... hasta un termómetro de Netol. Luz naranja, tan tenue que se ha de dibujar a tientas, imaginando los objetos y caras. Fundado en 1988 con el nombre del monte mitológico consagrado a Apolo y el lugar de la crema poética, parece indicado por su aspecto decadente y bohemio. Perfecto para tomar café, pues no se ven tapas circular y su comida es solo para salir del paso.
Está en la plaza de Cascorro, de Madrid. Un café cuesta 1,90 euros.
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