sábado, 12 de septiembre de 2020

primeras azufaifas


El final del verano viene marcado por el jínjol o azufeifa, un fruto típico del litoral mediterráneo. Es ahora en septiembre cuando empiezan a tornarse rojos. Estos frutos proceden del árbol jinjolero o azufaifo (Zizyphus jujuba), una especie caducifolia que no suele superar los 8 metros de altura y que se desarrolla con numerosas ramificaciones llenas de espinas y hojas pequeñas y ovaladas. Es una especie procedente del sureste asiático que crece con facilidad en climas cálidos sobreviviendo bien a la escasez de lluvias. Sigue siendo común en la huerta murciana y en zonas agrarias como el campo de Cartagena, además de en otras regiones cercanas como en la Comunidad Valencia, este de Andalucía o en las islas Baleares. Los árboles más pequeños no llegan al metro y medio de altura pero también son capaces de ofrecer una buena cosecha de frutos. La variedad silvestre (Zyziphus lotus) que aún crece en muchos caminos se distingue por tener un perfil de matorral achaparrado.

El jínjol propiamente dicho -también conocido como azufaifa, gínjol o jujuba, entre otros- presenta una forma similar a la aceituna, primero, y luego como una pequeña manzana, con un tamaño que puede variar desde 2 hasta 6 centímetros de longitud. Tiene forma globular con un pequeño hueso interior con puntas en los extremos. Una vez totalmente maduro, con un color granate fuerte, comienza a arrugarse antes de caer del árbol, y es toda una golosina tentadora para insectos y pájaros. Los jínjoles se pueden comer cuando aún presentan vetas verdes, con una textura firme. La piel es muy fina y cruje al morderlos, descubriendo su carne verde amarillenta, dulce y harinosa. Cuanto más maduro esté el fruto, más tierno y dulzón resulta.

Es una fruta rica en azúcares, taninos y mucílagos, con una notable cantidad de vitamina C. La azufaifa es por tanto una fruta nutritiva y energética, aunque no demasiado calórica. Además presenta propiedades beneficiosas para el organismo por lo que tradicionalmente se ha empleado como materia prima para variados remedios caseros. La corteza y las hojas se han empleado para elaborar preparados astringentes mientras que el fruto puede tener efectos laxantes. También han sido muy populares los remedios para tratar afecciones respiratorias, faringitis, eccemas y pequeñas heridas externas.

Gastronómicamente los jínjoles se consumen normalmente al natural, más o menos maduros, como tentempié o pequeño capricho especialmente disfrutado por los niños. En países como Líbano o Jordania también es se toma como aperitivo o incluso como postre tras las comidas, mientras que en otros como China o Corea se emplea para preparar conservas dulces, vinos o vinagres.

DirectoAlPaladar

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