El acceso a este lugar tan flipante es por el precioso portal neoclásico de la finca de vecinos del número cinco de la calle Conde de Romanones, junto a Tirso de Molina. Al fondo llegamos a un patio octogonal donde está la terraza de este romántico, tranquilo y acogedor café, con mucha madera y ladrillo viejo. Está bien para tomar café; pero, en lo que se refiere a la cerveza, no tiene ni grifo, ni tapas decentes para acompañarla, a pesar de poseer cocina, pues tiene un menú diario. La música está bien y la chica es simpática. Sigue el horario comercial de las tiendas de alrededor. Como su propio nombre indica, más que bar, es un café, un café muy agradable para desayunar en el centro de Madrid.
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