A pesar de las medidas tomadas por Lorenzo Carbonell -alcalde de Alicante durante el año 1936- entre las que estuvieron la construcción de los refugios, la vigilancia aérea y la sirena que avisaba de hostilidades, llegó “el ataque en solitario más destructivo de la Guerra Civil Española” (The New York Times, 1938).
Tras un 1937 con ocho bombardeos, 39 muertos y 66 heridos, llegó el 1938. Esos 365 días se llevaron consigo 497 muertos y 867 heridos en 76 bombardeos. El del día 25 de Mayo de 1938 en el Mercado Central se cobró la gran mayoría de estas vidas, más de 300. Víctimas, cuyo asesinato se negó, siendo enterradas en el cuadro nº12 del Cementerio Municipal de Alicante como “víctimas de un accidente”, arrebatándoles cualquier tipo de dignidad e intentando hacer olvidar a sus familiares lo que de verdad ocurrió. Pero no hay tierra suficiente para enterrar algo así.
A las 11 de la mañana, la llamada “columna del miedo”, formada por gente que huía cada noche al campo y a los pueblos, estaba ya en la capital trabajando y comprando. Con el Mercado Central y la Lonja contigua llenos de gente esperando víveres, los nueve escuadrones de aviones italianos Savoia 8M-79 burlaron la vigilancia aérea entrando por el interior. También llamados Spariveros, los bombarderos salieron desde Mallorca comandados por Zigiotti y Tullio de Prato y cambiaron su ruta para sorprender a los civiles que se agolpaban en pleno centro neurálgico alicantino. Mientras, la defensa republicana contaba con cañones de la Primera Guerra Mundial (1918), lo que evoca inevitablemente a la expresión “luchar con palos y piedras”. Zigiotti y Tullio de Prato son nombres que deberían escandalizar a la gente como lo hicieron su jefes, sus amigos y otros asesinos.
Corrió el rumor de que llegarían productos en barco y desde los pueblos al Mercado. Mentira divulgada por los infiltrados fascistas -algunos dentro del frente, otros francotiradores y civiles-, cuyo objetivo se cumplió a las 11:25 horas, cuando la alarma no sonó. Esos nueve aviones lanzaron durante cinco horas 90 bombas, una lluvia negra que al caer cambiaba a roja convirtiendo el suelo en ríos de sangre. La misma que siguió derramándose hasta el 25 de marzo de 1939, cerrando la guerra con 71 bombardeos, 705 edificios convertidos en dunas de hormigón, 481 muertos y 790 heridos. Durante las cinco horas de lluvia negra, la gente permaneció en los refugios esperando escuchar la sirena del cese. Ese día y el siguiente, el diario Nuestra Bandera no manchó las manos de ningún alicantino con su tinta, tampoco lo hizo Avance ni Liberación. Hasta el 27 de mayo, ningún medio informó sobre el número de víctimas, las recaudaciones para ayudar a sus familias y las medidas que tomaría el Gobierno. Se paró el tiempo en seco.
La guerra pasó como un tornado y castigó todo lo que había a su alcance por sus ideas, convirtiéndola en la primera ciudad con un campo de concentración -el Campo de concentración de Los Almendros- y el primer asesinato de un prisionero. Tuvieron que pasar 36 años para desenterrar ese cadáver que es nuestra historia. Y 72 para que se rindiese un homenaje a las víctimas de la mayor tragedia de la Guerra Civil, cuando en 2010 se cambió el nombre de la plaza del Mercado Central por Plaza del 25 de Mayo. Esto fue seguido del homenaje de Elena Albajar y Ruth Céspedes, en el que el suelo de la plaza se cubre de nueve placas de metal representando los aviones, 90 puntos negros como las bombas y 300 agujeros recordando a los asesinados. Puntos negros que se convierten en rojos cada medio día como si el asfalto se levantase y la sangre volviese a la superficie. Pero 80 años después, con el trabajo de personas que practican esta arqueología de guerra, sigue hablándose de ello, aunque con un altavoz demasiado pequeño para lo enorme que es la tragedia.
Gracias por relembrares estes ignóbeis acontecimentos. Fascismo nunca mais!
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