sábado, 27 de octubre de 2018
pájaros pintados de rojo y la albufereta
Dejo dormir a Beni y paseo caminando hasta el MARQ, donde disfruto con esos maravillosos pájaros que los iberos pintaban en sus vasijas. Bajo luego a la Explanada para oír alguna banda musical en la concha; pero hoy no hay actividad. Me encuentro con Beni y nos vamos en el tranvía a la Albufereta para ver el yacimiento ibero-romano de Lucentum, al que pasamos gratis con nuestra demanda de empleo. Comemos en un restaurante del barrio con buena pinta, llamado Jesús, con unas ricas bravas cortadas en finas lonchas y un arroz catastrófico de almejas y gambas, que nos recomienda el camarero, y que resulta ser de chirlas y gambas chinas congeladas, y sin la melosidad anunciada.
Pasamos la tarde en la playa de la Albufereta, una playa pequeña y encajonada, muy agradable con sus palmeras en la arena. Descasamos en sus sombras mientras la dibujo.
Después de un descanso en el hotel, paseamos por la lonja, el Real Club de Regatas y una mole de hierro pintado de blanco vacía e inútil. Negocios y salas de cine vacías, la supernada. Luego unas pintas rubias en la terraza de un irlandés en Doctor Gadea. El camarero está estresado y transmite mal rollo. Nada que ver con la chica de Guayaquil, que hoy tiene cerrado. Seguro que está pintando una acuarela.
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