Probamos en la comida los gazpachuelos del Cortijo de Pepe, en la Plaza de la Merced (la frontera del turista), que resulta ser una sopa caliente con patatas y mayonesa, y éstos también con langostinos, y el rabo de toro. Bien.
Por la tarde Luis Ruiz, maravilloso guía, me pasea por el centro de Málaga menos intervenido. Me enseña los mercados con estructuras de hierro fundido aún en uso, las casas que aún se mantienen en pie, incluso contra la opinión oficial entendida como La Casa Invisible, el último convento de clausura, el estupendo espacio del Baño de las Delicias (como un yacimiento),el Almacén de Invierno, las pequeñas tiendas supervivientes, el puente de los alemanes... todo con la historia que llevan detrás. Habla despacio y sin apenas acento, modesta y dulcemente, escondiendo sus ojos azules tras una ranura, para no herir. Hace rasca y se complica dibujar en la calle. Así que nos dibujamos en la vieja churrería del 32 y El Apartamento, aprovechando sus ventanas. Saca su cuaderno pequeñito y un rotu calibrado muy fino que coge de una manera extraña (mis hijos también lo hacen, dice). Las sombras las da con rayitas paralelas como un grabado, como Durero y Moebius.
En el otro extremo de la catedral y su audioguía, esta visita guiada sí que es agradable.
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