¿Qué pedimos a un café las frías tardes de invierno? Calor, madera y gente charlando de sus cosas. Que nada perturbe esa atmósfera relajada donde el sufrimiento no trasciende. Globos luminosos que den ese aspecto cósmico. Compañía sin sumisión. Un café caliente sin torrar. Una cerveza no demasiado ácida. Un niño cómplice con tu dibujo. Los pies nerviosos cambiando de sitio. Esas manos que no saben dónde posarse. Palabras que revolotean como mariposas y que a veces hacen frases en el papel. Quizás una camarera que te diga que su padre también dibuja o alguien que me vio subido a la lámpara y le gustaría ver lo que yo he visto.
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