Es difícil comer bien en Cuba. Uno siente como que han perdido la tradición culinaria. La única fórmula es buscarse una casa donde la dueña sea buen cocinera y tenga ganas de currar. En el
Havana Blues, en el Paseo de Santa María de la Cabeza 56, de Madrid,
vuelve uno a reconciliarse con la ropavieja, o el cerdo con yuca, arroz y frijoles, que ellos llaman
Cubanísimo, o el cordero. Uno se hace una idea del sabor de los platos en origen, antes de que solo quedasen los nombres. La carta es muy corta pero rica y los precios asequibles pero caros si uno piensa en lo incómodo que es el sitio. Le falta música. Se pueden encontrar cubanos comiendo y recordar aquellos potajes de frijoles a un dólar del
Hanoi.
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