Tienen chocolate y las porras están bastante bien, aunque no son tallos sino trozos de rosca. Es la churrería más nueva y está en el barrio de Santa María, en la calle Abril. Por la mañana se mezclan madrugadores con los últimos chavales que todavía no se han acostado.
lunes, 31 de julio de 2017
domingo, 30 de julio de 2017
borondo, la venta que desaparece
De la venta de Borondo, que dejó de serlo efectivamente por los años sesenta del pasado siglo y que se mantiene en pie a duras penas después de que sus propietarios la abandonaran también como residencia, se podría afirmar aquello que Cervantes dice en el capítulo II de su novela, que es en el que se cuenta la primera salida de don Quijote de su lugar: “Y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta (habla Cervantes de aquella en la que su personaje velaría las armas antes de ser armado caballero) se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos adherentes que en semejantes castillos se pintan”. También en otro capítulo, el XVII, al referirse a una nueva venta a la que don Quijote y Sancho Panza llegaron —en la segunda salida del hidalgo en busca de aventuras— después de la paliza que les dieron unos arrieros yangüeses por haberse entrometido Rocinante, y don Quijote y Sancho detrás de él, en el tranquilo pastar de sus caballerías, Cervantes vuelve a escribir: “Esta maravillosa quietud (habla de la de la noche) y los pensamientos que siempre nuestro caballero traía de los sucesos que a cada paso se cuentan en los libros autores de su desgracia, le trujo a la imaginación una de las extrañas locuras que buenamente imaginarse pueden; y fue que él se imaginó haber llegado a un famoso castillo (que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde se alojaba) y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había enamorado de él…”.
Sin necesidad de tanta imaginación ni de soñar despiertos como don Quijote, la venta de Borondo, en mitad de la llanura y sin nada a su alrededor que haga distraer la vista, puede pasar por castillo con su torre y sus altísimas paredes, que más parecen murallas que bardas de corral, que es lo que son en verdad. O que eran, pues la edificación está abandonada desde hace tiempo, desde que el último ventero se murió (ya había dejado de ser ventero hacía mucho) y la propiedad se partió entre sus herederos. Me lo cuenta un primo de éstos, también llamado Felipe como el ventero y como varias generaciones de antepasados suyos, que aparece cuando ya me iba y que viene a podar “unas olivas” que tiene por esta zona. Vuelvo con él y me enseña la venta (por fuera, que la casa principal está cerrada) mientras ilustra nuestro recorrido con comentarios sobre la venta, sobre su familia y sobre Bolaños, que es donde vive. De la venta dice que se va a caer (me muestra una gran piedra que se ha desprendido del alero directamente sobre un balcón, que a duras penas puede sujetarla ya); de su familia que les apodan Ladillas, pero que no lo llevan a mal porque en Bolaños todos tienen apodo (“Los hay peores”, se vanagloria); y de su pueblo que ya es mayor que Almagro, la capital histórica de la zona, y que en su término es donde se cultivan realmente las berenjenas de las que presume aquélla junto con su Corral de Comedias.
—Unos cardan la lana y otros llevan la fama, ya sabe— se lamenta.
Por el hombre, seguiría allí todavía, pero el camino me espera, como a don Quijote. Quizá fue de aquí de donde partió en dirección a su aldea enjaulado como una fiera en una carreta de bueyes. Si fue así, cuando, al cabo de algunos kilómetros, se volviera a mirar la venta como yo hago por el retrovisor del coche quizá la viera flotando en el polvo de la llanura como aquella famosa isla de San Borondón que los navegantes veían aparecer y desaparecer en el mar como yo ahora esta venta de Borondo, principio y fin de todos los caminos de La Mancha, mientras me alejo de ella hacia Manzanares.
Sin necesidad de tanta imaginación ni de soñar despiertos como don Quijote, la venta de Borondo, en mitad de la llanura y sin nada a su alrededor que haga distraer la vista, puede pasar por castillo con su torre y sus altísimas paredes, que más parecen murallas que bardas de corral, que es lo que son en verdad. O que eran, pues la edificación está abandonada desde hace tiempo, desde que el último ventero se murió (ya había dejado de ser ventero hacía mucho) y la propiedad se partió entre sus herederos. Me lo cuenta un primo de éstos, también llamado Felipe como el ventero y como varias generaciones de antepasados suyos, que aparece cuando ya me iba y que viene a podar “unas olivas” que tiene por esta zona. Vuelvo con él y me enseña la venta (por fuera, que la casa principal está cerrada) mientras ilustra nuestro recorrido con comentarios sobre la venta, sobre su familia y sobre Bolaños, que es donde vive. De la venta dice que se va a caer (me muestra una gran piedra que se ha desprendido del alero directamente sobre un balcón, que a duras penas puede sujetarla ya); de su familia que les apodan Ladillas, pero que no lo llevan a mal porque en Bolaños todos tienen apodo (“Los hay peores”, se vanagloria); y de su pueblo que ya es mayor que Almagro, la capital histórica de la zona, y que en su término es donde se cultivan realmente las berenjenas de las que presume aquélla junto con su Corral de Comedias.
—Unos cardan la lana y otros llevan la fama, ya sabe— se lamenta.
Por el hombre, seguiría allí todavía, pero el camino me espera, como a don Quijote. Quizá fue de aquí de donde partió en dirección a su aldea enjaulado como una fiera en una carreta de bueyes. Si fue así, cuando, al cabo de algunos kilómetros, se volviera a mirar la venta como yo hago por el retrovisor del coche quizá la viera flotando en el polvo de la llanura como aquella famosa isla de San Borondón que los navegantes veían aparecer y desaparecer en el mar como yo ahora esta venta de Borondo, principio y fin de todos los caminos de La Mancha, mientras me alejo de ella hacia Manzanares.
sábado, 29 de julio de 2017
el paisaje y la abstracción
Ver un paisaje es algo sublime, comparable a la búsqueda interior. Ambas acciones —en cierta forma— son la misma aventura, capaces de crearnos sensaciones parecidas a la de andar perdido o desorientado por lugares desconocidos.
Ahora bien: todo paisaje es naturaleza humanizada, cultura y apreciación estética. Sin la mirada del hombre, el paisaje no existiría, sería un simple territorio, un espacio susceptible de convertirse en paisaje sólo si es observado. Sentir el paisaje es una de las mejores maneras de reintegrarnos a la Naturaleza y de aceptar que los principales protagonistas no somos nosotros, sino los cielos, los mares, los ríos, las montañas, y la vida en general, que conforman una extraordinaria estructura, una especie de trama inspiradora susceptible de ser transformada en ciencia, arte, cultura o memoria.
La pintura de paisajes y la pintura abstracta son dos formas muy cercanas de expresión, donde el objeto físico no puede ser representado en términos estrictos. Sin embargo, es indiscutible que el abstraccionismo es un medio ideal para reflexionar en torno al paisaje; y viceversa. Al mirar un paisaje, podemos descubrir la contundencia de las formas abstractas, así como sentir la atracción que producen sus atmósferas y espacios vacíos, abiertos a la contemplación. Abstracción y contemplación son dos conceptos afines, capaces de trascender lo meramente narrativo —cuestión que tanto ha dominado la actividad artística— y de hacer que la anécdota descriptiva pase a un segundo plano.
viernes, 28 de julio de 2017
jueves, 27 de julio de 2017
bombas contra las escuelas tribales lumad
El pueblo Lumad vive en la isla de Mindanao, en el sur de Filipinas. Fotografía: marcha lumad en Manila, de Bullit Marquez / AP
miércoles, 26 de julio de 2017
cuando el reina sofía era el hospital provincial de madrid
El Hospital Provincial de Madrid estuvo en servicio más de trescientos años, desde el siglo XVII, en que se denominó Hospital General y la Pasión y luego Hospital General San Carlos, hasta que en 1849 cogió este nombre, al depender de la Diputación Provincial. Inició su construcción Fernando VII y luego Carlos III, sobre el solar de otro hospital de pobres y usando a arquitectos como José de Hermosilla, Sabatini o Villanueva, no llegando a contruir más que dos quintas partes del proyecto inicial. El Colegio de Cirujía ocupó lo que hoy el el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, donde también estuvo el Hospital de las Clínicas de San Carlos, como hospital universitario y que apenas duró un año. Luego sería el Hospital Clínico San Carlos, actualmente trasladado a Moncloa.
En la Guerra Civil acogió a los heridos del Cuartel de la Montaña, fue bombardeado y llamado Hospital Clínico nº 4, dependiendo directamente del Ministerio de la Guerra. La Gestora de la Diputación hizo una remodelación que acabó en el 46, fecha en que se hizo este reportaje publicado en el número de julio del Boletín del Consejo General de Colegios Médicos de España, donde se explicaba que tenía una capacidad para hospitalizar a mil enfermos, nueve quirófanos modernísimos, radiodiagnóstico, laboratorio central con biblioteca, farmacia, capilla, cuatro aulas, edificio para necropsias y vivienda moderna y decorosa para los médicos de guardia. Cerró sus puertas en 1965, entregándose al abandono.
Gracias a que varios arquitectos, alarmados por el estudio del arquitecto municipal del 69 en que se recomendó su derribo, solicitaran su protección, hoy aún sigue en pie. Un Real Decreto de 1977 que lo declaraba monumento histórico-artístico salvó el destino de un original inmueble que se encontraba en un lamentable estado de abandono. Luego se convertiría en el Museo de Arte Centro Reina Sofía.
Solo añadir la supuesta aparición de misterios fantasmagóricos que ha hecho que la prensa especializada en fenómenos paranormales o incluso la generalista se hayan ocupado de elucubrar sobre apariciones, empujones de maléficos seres incorpóreos a profesionales del museo, apertura de forma irracional de puertas de ascensores o incluso sobre la presencia del espíritu de un sacerdote que acabó sus días en un camastro del antiguo hospital y debió fallecer sin haber finalizado su labor en este valle de lágrimas.
martes, 25 de julio de 2017
viaje fotográfico a la albania de 1913
La digitalización y publicación de estas imágenes comenzó en la década de 1990 en el Museo Albert Kahn, fundado en la antigua villa de Boulogne del banquero. Las fotografías ya procesadas se presentan de año en año en exposiciones temáticas y se publican en álbumes que abarcan el material de una región elegida. Estos incluyen la selección de "Albania y Kosovo en Color 1913", compilado en 2008 por el gran albanólogo Robert Elsie, que es la fuente de las que aquí aparecen.
En octubre de 1912 partieron, junto con Auguste Léon, en su primer viaje de fotos en Bosnia, desde donde en mayo de 1913 se fueron a Kosovo, luego a Skopje y en aquel entonces todavía Otomano Salónica a Bursa. En octubre de 1913 llegaron a Albania, donde pudieron viajar bajo el patrocinio de y en el territorio controlado por Essad Pasha de Durrës, que se opuso al gobierno en Vlora, recientemente reconocido por las Grandes Potencias. Los soldados de Essad Pasha los acompañaron desde Durazzo hasta Tirana a lo largo del río Erzen. Se detuvieron en Rreth, en el palacio del Pasha. En Tirana, que era apenas una pequeña ciudad otomana al principio de su desarrollo, tomaron una docena de fotos alrededor de la plaza del mercado con sus tres mezquitas del siglo XVI, dos de las cuales han sido demolidas desde entonces para la creación de la plaza monumental de Skanderbeg.
Volviendo a Durrës, se dirigieron hacia el norte. El 21 de octubre llegaron a Shqodra, o como se llamaba entonces, Scutari. La última fortaleza otomana de las guerras de los Balcanes había sido ocupada el 22 de abril por el ejército montenegrino, dejando una destrucción masiva detrás de ellos. En las fotos en color, las ruinas se destacan en un peculiar contraste con los trajes ricos y coloridos de los montañeses católicos albaneses.
Seguía el asedio de Shqodra cuando los dos franceses visitaron la otra zona de mayoría albanesa, Kosovo. Después de una lucha sangrienta y una limpieza étnica mutua, el antiguo vilayet otomano había pasado bajo control militar serbio en octubre de 1912, pero aún no estaba anexado a Serbia: esto sólo ocurrió el 7 de septiembre de 1913. Las fotos tomadas en Prištin, Gračanica, Lipljan / Lipjan Y Prizren atestiguan claramente la presencia militar serbia y la estrecha convivencia de los dos grupos étnicos. Este último fue el motivo del destino trágico de la región. Kosovo se consideraba el lugar de nacimiento tanto de los serbios como del movimiento nacional albanés. Entre 1878 y 1881, los albaneses establecieron aquí la Liga de Prizren con el propósito de establecer la autodeterminación nacional para todas las tierras habitadas por los albaneses. En cuanto a los serbios, para ellos Kosovo era la cuna del estado serbio. La ciudad de Peć era la sede del patriarcado serbio, y Lazar, el más grande rey serbio, cayó aquí en la batalla de Kosovo de 1389 mientras defendía su patria contra el ejército otomano de Murad I.
Han transcurrido más de cien años desde la gira fotográfica de los franceses. Cien años muy malos en los Balcanes, con muchas crueldades, genocidio y muerte. La "desaparición fatal de las prácticas y costumbres de la actividad humana" se ha convertido en una realidad. Sin embargo, estas fotos, las imágenes de la memoria colectiva, con sus vivos colores, los tonos impresionistas de la técnica, las caras sensibles de sus figuras y la riqueza de su mundo a pesar de toda pobreza, todavía tienen vida.
Poemas del río Wang
En octubre de 1912 partieron, junto con Auguste Léon, en su primer viaje de fotos en Bosnia, desde donde en mayo de 1913 se fueron a Kosovo, luego a Skopje y en aquel entonces todavía Otomano Salónica a Bursa. En octubre de 1913 llegaron a Albania, donde pudieron viajar bajo el patrocinio de y en el territorio controlado por Essad Pasha de Durrës, que se opuso al gobierno en Vlora, recientemente reconocido por las Grandes Potencias. Los soldados de Essad Pasha los acompañaron desde Durazzo hasta Tirana a lo largo del río Erzen. Se detuvieron en Rreth, en el palacio del Pasha. En Tirana, que era apenas una pequeña ciudad otomana al principio de su desarrollo, tomaron una docena de fotos alrededor de la plaza del mercado con sus tres mezquitas del siglo XVI, dos de las cuales han sido demolidas desde entonces para la creación de la plaza monumental de Skanderbeg.
Volviendo a Durrës, se dirigieron hacia el norte. El 21 de octubre llegaron a Shqodra, o como se llamaba entonces, Scutari. La última fortaleza otomana de las guerras de los Balcanes había sido ocupada el 22 de abril por el ejército montenegrino, dejando una destrucción masiva detrás de ellos. En las fotos en color, las ruinas se destacan en un peculiar contraste con los trajes ricos y coloridos de los montañeses católicos albaneses.
Seguía el asedio de Shqodra cuando los dos franceses visitaron la otra zona de mayoría albanesa, Kosovo. Después de una lucha sangrienta y una limpieza étnica mutua, el antiguo vilayet otomano había pasado bajo control militar serbio en octubre de 1912, pero aún no estaba anexado a Serbia: esto sólo ocurrió el 7 de septiembre de 1913. Las fotos tomadas en Prištin, Gračanica, Lipljan / Lipjan Y Prizren atestiguan claramente la presencia militar serbia y la estrecha convivencia de los dos grupos étnicos. Este último fue el motivo del destino trágico de la región. Kosovo se consideraba el lugar de nacimiento tanto de los serbios como del movimiento nacional albanés. Entre 1878 y 1881, los albaneses establecieron aquí la Liga de Prizren con el propósito de establecer la autodeterminación nacional para todas las tierras habitadas por los albaneses. En cuanto a los serbios, para ellos Kosovo era la cuna del estado serbio. La ciudad de Peć era la sede del patriarcado serbio, y Lazar, el más grande rey serbio, cayó aquí en la batalla de Kosovo de 1389 mientras defendía su patria contra el ejército otomano de Murad I.
Han transcurrido más de cien años desde la gira fotográfica de los franceses. Cien años muy malos en los Balcanes, con muchas crueldades, genocidio y muerte. La "desaparición fatal de las prácticas y costumbres de la actividad humana" se ha convertido en una realidad. Sin embargo, estas fotos, las imágenes de la memoria colectiva, con sus vivos colores, los tonos impresionistas de la técnica, las caras sensibles de sus figuras y la riqueza de su mundo a pesar de toda pobreza, todavía tienen vida.