Parece que las molestias del camino hacia Mestanza (es un camino el que hemos recorrido hecho para los arrieros solamente y el que conducía ha sudado tinta) las gestionó aplicando romanticismo al asunto, empatizando con aquellos bandidos generosos de Sierra Morena (me he sentido un poco Tempranillo). Y algo de ello parece que impregnó su relación con la maestra de este pueblo, Carmen Pastrana, temerosa de amores pasajeros y a la que escribió este soneto de frutas no probadas, de sabor desconocido y prohibido (pues he sabido que nunca he de saber lo que quisiera), y que ella conservó hasta su muerte:
A tus facciones de manzana y cera:
Carmen, fruto a los pájaros prohibido,
congelado en el alba y escogido
por una mano de oro en primavera.
Hueles a corazón de trigo y era,
suenas a nido, suenas a sonido,
sabes… no sé a qué sabes, y he sabido
que nunca he de saber lo que quisiera.
Miras a los ojos del relente:
fríamente febril y distraída,
entre flores y frutos la mirada.
Hablas como el silencio de una fuente:
calladamente, y andas por la vida
temerosa de flechas y de nada.
Aprovecho para recomendar este blog de la Historia y las historias de Mestanza ¡tan bien contadas!
¡Muchas gracias! Me alegra que te guste. Enhorabuena por tu blog.
ResponderEliminarRealmente me resulta muy interesante y muy bien escrito. Gracias a ti.
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