La ciudad ha seguido su curso en mi ausencia. Ahora me siento extraño. Tanto, que me impacta de golpe la Plaza de Callao, esa extraña reunión de edificios: La Adriática con su gorro redondo junto a los robots rechoncho y estilizado de El Corte Inglés y Fnac. Miran la tele que sacó el cine Callao. El Palacio y Carrión se pelean. El ladrillo y el acero. Las viejas maneras no podrán con esa fuerza mecánica.
Me siento bien, como si todo fuera nuevo, como si empezara otra vida, como un viajero que saca su cuaderno y se pone a dibujar.
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