domingo, 1 de marzo de 2015
el fuerte bulnes y los pingüinos
A tiro por la costa hacia el sur bajamos viendo casitas y barcos de pesca que han sacado a tierra y están preparando para la centolla. Estamos bordeando el fin del continente americano, aunque el centro geográfico de Chile, contando su porción antártica, esté aquí mismo.
Muy cerca del punto más meridional del continente, el Cabo Froward, unos cuantos españoles muririeron luchando contra el horrendo clima, y la falta de agua y alimentos. En el Puerto del Hambre quedan unas cuantas piedras de la iglesia y los huesos de su cementerio que indican que aquí estuvo lo que quiso ser la Ciudad del Rey Don Felipe, que asegurase la españolidad del Estrecho.
Un poco más al sur han reconstruído el fuerte levantado por los chilenos de Chiloé sobre una roca para asegurar la chilenidad del Estrecho: Fuerte Bulnes. Es uno de aquellos fuertes como los de Daniel Boone y los Fort Comansi, pero con iglesia, de cerca de rollizos acabados en punta y casas de madera. Impresiona el color grisáceo de la madera envejecida y da una idea de las dificultades de estos pioneros cuya vida aquí era un auténtico castigo (solo al principio eran voluntarios y solo pudieron sobrevivir gracias al trueque con los onas).
Después de la mañana temática, comemos en el hostal conversando con la santiaguera que cuida la entrada. Cuece coliflor y la casa huele a geriátrico.
Por la tarde vamos a ver pingüinos magallánicos que o son o se parecen mucho a los humboldt, que tantos vimos en Perú; pero vemos más liebres magallánicas que pingüinos. Solo un grupito harto harto de tanto turista aguanta los últimos rayos de sol antes de meterse a sus agujeros. ¿No deberíamos estar ya en Brasil? se dicen. Llama la atención cierto tono rosado en los ojos ¿o es un espejismo ante tan fuerte sol?
A la vuelta nos metemos a una pastelería cafetería muy clásica y familiar, llamada La Chocolatta, para huir del frío. Nos comemos unos chocolates blancos con trozos de naranja glaseada y unas tostadas con unos capuchinos descafeinados. Lo demás es puro sueño, y lluvia de banda sonora.
Aquí todo es magallánico, y no patagónico como quiso Magallanes. Se sienten separados del resto de Chile y tienen una bonita bandera en que unas cuantas estrellas blancas sobre fondo azul lucen encima de una cordillera amarilla bordeada de blanco.
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