Si uno no quiere que nos defraude la capital del reino recién llegados, debe acudir a este bar de la calle Acuerdo que le servirá de puente entre la vida rural y capitalina, y entender que no todo son platos cuadrados y agua tónica. Apenas si encontraremos diferencias: trato agradable, tapas de cocina que nosotros mismos podremos elegir, precios asequibles, periódicos a disposición del público y, finalmente, digestivos a precios de pueblo en un ambiente estudiantil y currante a partir de las nueve. Pero lo mejor es que está en los bordes de Malasaña y no en Delicias y Arganzuela, donde no tendrías la certeza de haber abandonado tu tierra.
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