Aquellos pastores nómadas quedaron asombrados ante las ciudades construidas con barro. Con aquellas grandes torres con las que desafiar a su severo dios que pedía sacrificios sólo para que no ignorara su mísera existencia. ¡Cuánto atrevimiento!
Ellos inventaron la maldad en el zigurat de Babel, la maldad de los hombres que llenaban las ciudades, la maldad de aquel gobernante que osaba hacer leyes para los hombres. Y les robaron los demonios y los ángeles, los espíritus, la ética y hasta aquel viejo que contaba historias a la sombra de un barco encallado en la cumbre de una montaña.
Y aun viven en el odio hacia aquellos que construyeron su historia. Ya sin ovejas y carneros que degollar, degüellan a sus vecinos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario