Parece que a principios del siglo XX se inició la costumbre de oficiantes y funcionarios de pedir el aguinaldo en las casas a cambio de una tarjeta con motivos navideños y relacionada con su oficio. Tal fue el abuso y proliferación de personajes, a tal nivel llegó el acoso a las familias, que muchas optaron por mantener las luces apagadas y ventanas cerradas para no abrirles por una supuesta ausencia. Era especialmente doloroso en ciertos oficios como el sereno, que había sido creado para su propio control; llegando a ser una costumbre mal vista y criticada por la mayoría (recordad aquella cruel canción de
en la puerta de mi casa voy a poner un petardo, para reirme del que venga a pedir el aguinaldo).
En la década de los sesenta esta insana costumbre desapareció.
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