El Museo de la Técnica es un tocho socialista con cierto encanto. Dentro no es más que una nave gigante con pasillos volados de hierro en las paredes, con barandillas y escaleras tipo barco. Un museo educativo lleno de maestros y alumnos que no paran de correr. Pasamos junto a bicicletas, motos, trenes, barcos, globos, aviones, helicópteros, relojes, máquinas de vapor y, finalmente, coches preciosos, especialmente el Lady Praga y los Tatra, con diseños adelantados a su tiempo. Tatra es una marca checoslovaca que en 1933 saca un coche de 3380 cc que ya cogía los 150 kms/hora, con diseño aerodinámico. Y tres faros en su modelo 473.
Lady Praga |
Bajamos en el 131 hasta el puente Stefanof y la ciudad vieja. En la Dlóhvá Tr pasamos a una taberna con bóveda de cañón llena de curritos y buenas cervezas baratas. El suelo está tan desgastado que se ha quedado en la capa de la cerámica roja. La Sinagoga Española es totamente decepcionante, un auténtico bodrio. La Nueva-Vieja es carísima y decidimos no pasar, y gastarnos el dinero en un restaurante francés, Chez Marcel. Tomamos sopa de cangrejo y filete de hígado frente a una gran foto de Zidane, vino tinto y café express con un poco más que la entrada a la sinagoga. Las copas caen en La Casa Blu, un bar de gente joven, muebles reciclados, mogollón de trastos colgados de las paredes y música en español. Es una pena haberlo encontrado el último día.
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