Cenamos bajo una higuera, solos, con la fresca de los dominicos. En un descuido, Beni choca su cerveza sin alcohol con mi tintorro manchego bajo las brevas enrojecidas como narices. Las mesas esconden un tesoro, en la nuestra ella lo guarda como un templario.
Caminamos. Los jóvenes actores en bicicletas de colores declaman sus papeles a la noche. La vieja plaza apenas se ilumina en los soportales. Café como en una neblina de sueño la gente se mueve otra vez las bicicletas. Trazo líneas gruesas sin compromiso, líneas que despierten mi aturdido cerebro.
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