jueves, 30 de mayo de 2013
vuelta a casa, en una calle con historias
Las gaviotas se bañan en la piscina armando jaleo. Cargamos de gasofa el coche. En un aeropuerto tan pequeño todo va fluido: facturamos, dejamos el coche, pasamos el control y ya nos están llamando para el embarque.
Cuando el avión se empieza a levantar, veo las cercas de piedra que dividen la isla y también la historia de su vegetación, la desaparición de lentiscos, pinos y acebuchares para quedar solo pasto, cereal o huertas. En un giro, aparece la enorme ensenada natural de Maó. Sobrevolamos Sant Lluis y toda la costa sudeste con las calas turquesas, pequeñas playas en los barrancos y pueblos colgados. Nos ponen un desayuno y ya estamos en Madrid.
En la panadería cuentan que en 6º C del 21 de mi calle había una casa de putas que llevaba una señora estupenda que ya murió, pero todavía vive el marido. Le pagaban al portero 10.000 pesetas al mes. Moisés dice que no lo sabía. Aunque hablaba mucho con ese portero, jamás le comentó nada sobre ese sobresueldo, ni que hubiese una casa de citas. Dice saber que había dos casas en el 25.
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