La barroca y opusina basílica pontificia de San Miguel estaba junto a mi médico de familia. Era la iglesia de la nunciatura, la embajada vaticana, administrada por sacerdotes del Opus. Está dedicada a los santos Justo y Pastor, y también a San Miguel. Dentro hay, junto a una moralina, una imagen chocante de San José María Escribá de Balaguer que virtualmente nos traslada a un museo de cera. Como poetizara Juan Eugenio Hartzenbusch,
de esta manera, con dinero, puede ganarse el cielo (referido a la Caridad, esa manera de ser santo y bueno sin bajarse del caballo).
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