domingo, 3 de marzo de 2013
de asunción a puerto iguazú
Nos despertamos en otra ciudad. La plaza está llena de gente con su termo de tereré y el día está nublado, lluvioso. El tráfico circula y la gente ha dejado los trapillos de andar tirados el domingo por camisas y vaqueros. Salgo a cambiar, las tiendas están abiertas, el Museo del Ferrocarril (me cuenta el
portero que ahora no existe el servicio del vapor al lago, porque resién están reconstrusendo un puente). En las calles han crecido tiendas con dependientas y público. Veo una bonita de artesanía de los indios que lleva una abuelita, tené unas máscaras lindas de animales: tigres, cacatúas, lechuzas, papagayos, monos de madera de balsa con colores fuertes. El Museo de Bellas Artes. Compro guaraníes y luego me voy a desayunar con Beni. La convenzo para dar una vuelta y así cambiar su imagen de Asunción. Vamos al Museo de Bellas Artes, que consiste en un cuarto con unos treinta óleos de pintores paraguayos del siglo XX. Nos encienden la luz de uno en uno pues no está ventilado y hace mucho calor.
Colectivo hasta Ciudad del Este. En resumen: todo el trayecto, de oeste a este del Paraguay, es selva, que en algún trozo han comido para pasto o cultivo. Casi toda la carretera tiene casas a ambos lados que constituyen núcleos de población, dejando unas franjas de 50 metros desde las casas a la carretera, donde hay jardines, árboles de sombra con algún banco debajo, pasto con vacas, marquesinas rústicas de madera, las terrazas de los bares o paradores, hombres montando a caballo, carros tirados por mulas, alguna iglesia pequeñita que se ha saltado las normas o una gomera de madera (para arreglar pinchazos). De la fila de casas con cerca para allá, todo parece selva o alguna plantación comida a la selva. El bus es magnífico: un microbús de lujo con aire acondicionado, semicamas nuevas y un piloto que le aprieta mientras toma tereré y habla por teléfono con los amigos. Un lujazo.
Llegamos enseguida a Ciudad del Este, y decidimos coger el bus hasta Puerto Iguazú, que es la población más cercana de Argentina para ir a las Cataratas, ya que la gente comenta que desde aquí se ven mucho mejor y es más bonito el paisaje. El bus es uno urbano que tarda mucho en aparecer. Pasa la frontera a toda leche, Brasil y Argentina. En Argentina nos sellan los pasaportes para sesenta días. Cuando trato de sacar pesos, el bus casi se me va si no es por Beni y Antonio, un pintor que vive en un pueblo de Toledo cerca de Navalcarnero.
Antonio está casado con una paraguaya, Gloria, y tienen un hijo que se llama Antoñito. Tiene los brazos y las piernas llenas de heridas de picaduras de mosquitos, algunas muy feas. Nunca ha salido de viaje y da gusto verlo alucinar con cualquier cosa. Les ayudamos a subir al carro, y nos presentamos en la espera. Luego pedimos información juntos y buscamos hotel al llegar a Puerto Iguazú. Nos marean un poco pero al final encontramos una casita preciosa con porche, habitación chulísima con mosquiteras, aire acondicionado, techo de madera, suelo de cemento pulido y baño privado; el mejor hotel hasta ahora, sin duda. Son varias casitas con un jardín común y la nuestra es la mayor, con un gran porche. Descansamos, nos duchamos y cenamos bife a la brasa delicioso ¡Qué bien lo hacen aquí en Argentina! Con papas y tomate con orégano y un litro de Quilmes. Ahora sólo queda una maravillosa cama fresquita.
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