sábado, 26 de enero de 2013
lima
A las cinco y media la azafata arremete: Señores viajeross, esstamos en Lima, favor de recoger sus objetos a fin de no olvidar nada. dejen sus mantas y audífonos sobre sus asientos. ¡Todo el viaje durmiendo!¿Podría dar otra vueltecita? Me temo que Beni se apuntaba a Trujillo y vuelta a Lima. Sólo
hay que verla.
Difícilmente nos despegamos del asiento. Vamos al hostal de la familia Rodríguez. Una casa antigua con olor a rancio, frisos de madera, vitrinas, techos altos, mosaicos en el suelo y también parquet. En las paredes puzles terminados. Le pedimos un desayuno a la señora mientras se levanta el dueño. Salimos a la plaza porticada de San Martín, la peatonal Jirón de la Unión a tope de tiendas, las farolas recién pintadas de purpurina dorada. En Grau pillamos un bus hasta Oval Miraflores. Bajamos paseando el barrio hasta San Martín. Es un barrio pijo y nuevo, con mucha tontería y mucha seguridad (alambres electrificados, guardias con ametralladoras). Gente bien que ha hecho su casita de diseño o ha arreglado una antigua con mucho gusto. Un remanso de tranquilidad y orden. En San Martín subimos hasta la tercera cuadra. Restaurantes puestecitos, pequeños. En el Rafael hemos quedado con Alfonso, pero no acude. Mientras esperamos nos ponen unas cremas mariconas de aceitunas, pescado y pimientos. Beni pide un ceviche de lenguado y conchas de abanuí al fuego. Yo pido una entraña Angus (debe referirse al famoso buey americano, de ternera, de la parte del costado, nos dice el camarero) a la brasa, pesto de perejil y ensalada de grillados, de textura suave y fuerte de sabor. Mezclado con las patatas (sin pelar) está deliciosa. La ensalada es caliente, con trozos de calabacín y pimiento a la brasa, rúcola y salsa vinagreta. Deliciosa. Con clavada de impuestos se pone en 176 soles, unos 48 euros. Una barbaridad para la gente que hemos conocido en Perú. Pero hay gente que lo puede pagar, como los personajes que pululan por aquí: unos ejecutivos, un abuelo forrado, un loro pedante y su buitre y dos guiris de Ciudad Real. No tengo por menos que echarme un cigarrito suelto.
Bajamos Miraflores hasta los acantilados al mar, y luego seguimos hasta Barranco, que tiene otro rollo. Vemos una expo de animales muy graciosos construídos con materiales reciclados. Buen rollo en la Plaza de la Municipalidad, donde juegan niños y grandes, y espectacular la bajada de la rambla hasta las playas, con todas las casas con las balconadas y terrazas colgando al barranco. Pasea mucha gente. Las playas son de chinatos gordos y, más allá, de arena. Alquilan tumbonas sólo para mirar. Se está muy bien. Viendo los acantilados de Barranco y Miraflores, estos últimos llenos de rascapisos que han crecido como hongos.
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