Amanece un día excelente para ir al campo con una buena lumbre. A fuerza de oir lo mismo, uno ya no atiende y hubiera estado bien apuntar alguna anécdota como la del ascensor, el pajarito repartido entre cuatro, el árbitro que
golía a vino, las chicas
robadas de Geri y Guiller, la
carne tierna y granada de la misma res, u otra de la muchas batallitas que Toni saca a la palestra. Felicitamos a los que han sido abuelos otra vez y a César que ha sido padre. La perra de Pedro tiene ocho crías y se rumorea que Julián se echó novia. Miguel se niega con el
amostillo bueno. Amancio trae vino y Geri un crianza de la cooperativa.
La liebre dimite, naturalmente. No hay show de la gran. Ni pe, ni plu. Ni nombres, ni matrículas. Bajamos el presupuesto, intercambiamos lotería y, a la hora de limpiar, todo el mundo se escaquea; pero otra vez Julián, y también Ignacio, y Cálix que viene de visita. Tampoco hay cartas, porque un año se acabó mal. Hay gente que ha venido los 32 años y con el mismo jersey. Cuando sólo queda la luz de la lumbre y las chuletas se acaban, nos vamos yendo con olor a humo. Un poco más viejos.
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