Paro en un lago rodeado de casas, cada una con su muelle de madera. Hay un pequeño parque comunal con una playa pequeña donde los niños juegan en el agua. Me baño y miro cómo se divierten haciendo piruetas, riendo, chapoteando, como los de los cuadros de Sorolla.
Llevo cuatro horas de puta moto, hasta que he dado con el camping. He perdido el hacha por el camino. Estoy cansado. Me doy una ducha. Lavo los pantalones que me quedan, fui tirando todos. Me relajo delante de la lumbre, lavadito y afeitado, en un bosque ya cercano a la península. En las brasas pongo el beicon. Mi vecino lee el periódico nervioso con la luz de gas. Hoy puse la tienda bajo los árboles y el suelo no es tan duro.
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