lunes, 27 de agosto de 2012

por las calles de victoria


Llorando me despierto de una pesadilla. Me voy temprano del camping, después de una jarra de leche y hacer la mochila. La poli me pide el carnet de conducir internacional. Llama por su radio y todo se arregla. No vaya por el arcén, el arcén es sólo para parar, ¿comprende?. Cargo el depósito y me doy una vuelta por el litoral de Victoria. Hago la compra. Mi chuletón de buey, un queso, sandía, rosquillas y un zumo de naranja. Visito el cementerio y The Christ Church Cathedral, una iglesia anglicana imitando a Nuestra Señora de París. Bancos historiados y un fuerte olor a orín que me echa. La ciudad está grande, brillante, espléndida por la mañana. En el parque hacen gimnasia. Compro discos usados de dub y algo de ropa second hand. La policía va en bicicleta, hasta arriba de trastos.

Hago el chuletón en la cocina del hostel. El queso es picante (jalapeño), riquísimo. La sandía fresca y dulce. Lavo los cacharros y salgo a la calle. Cruzo el puente de hierro azul celeste con grandes contrapesos de cemento para elevarlo, y entro al puerto. En una terraza me tomo un café mientras, con el sol en la cara, cuento las cúpulas del parlamento, con el bronce ya verdoso. Un hidroavión se pone en marcha mientras otro ameriza.

Devuelvo la moto. Visito el horno de unos jóvenes artistas del vidrio. Me explican. Varios Fiat 1800 descapotados pasan por la recomendable Johnson Street. El Java es un café de muebles reciclados con dos ordenadores viejos para entrar en Internet. Llegan los chavales con monopatines. Las mesas son espejos rotos. Hay cuadros espantosos de toreros, tías en bolas y un Cristo  con la corona de espinas. Es muy barato y el ambiente de reunión de amiguetes. Una chica con el pelo amarillo rapado saca cosas diminutas de su bolso, que es un pequeño baúl negro. Al fondo encuentra una bolsa de tabaco y papel de fumar. Una japo gorda con zapatones hace temblar todo el bar a cada paso.

En el albergue ya están hambrientos. Unas rubias con cara de enfadadas comen mazorcas. Los dos alemanes de Munchen  van derechos a la sopa preparada y la pasta de las japonesas. Juego en la máquina de flippers. Hago rehabilitación para mi dedo maltrecho con una bola de goma de baja densidad, la Aromatic Isoflex. Me ducho, me acuesto y me duermo.

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