romería

Venta de exvotos de cera. Dan miedo.

Duelo flamenco por Valderrama en el corro de los armaos: el Manquillo, Pirolo, Paco (de la Orquesta Sarandonga), otra vez el Manquillo, Solero (con lo de todos los meses te sale y yo se la metí a una coja) y el Abuelo puesto.

Mari Carmen de la Deogracias del Puto (vicepresidenta de los armaos), Mario (el rey del dominó), la Conchi y su hijo, consumiendo en el Mesón de la Virgen.

En el chalé del Abuelo: sus padres, una abuela, la lumbre y el perrico.

En su chalé, José María con Jose, la mujer de Antonio (la almagreña) y la Nona.

En el chalé de JM: el Abuelo intentando con la Loren bajo la atenta mirada de José María y la mujer de Juan.
También hay un Honorio.

En el Mesón: Jesús el Gasofa (o el armao), la mujer de Prisco (que en paz esté), Juan el mesonero y la camarera de Almagro.

En el Mesón: José María Plata y otro José María (de vuelta de Australia, ya jubilado, donde emigró para currar) entre su su mujer y otra joven parienta.

Cantinica, el rey del Karaoke, la reina y Toni Buhardilla.

Exvotos en la ermita.

Son las romerías el disfraz de la Fiesta de la Primavera, donde la sangre alterada precisa de sus alegrías. Ya se dice: van romeras y vuelven rameras. 
Antes de las vírgenes, ya existieron las damas íberas, y la Madre Tierra, en cuyas grietas se lanzaban exvotos de bronce. Aquí gustan de hacer relatos ilustrados de accidentes, con un buen final, gracias a nuestra Virgen del Monte, y encomendarse los quintos.
Es el momento de conocer en el sentido amplio de la palabra, de relacionarse, en el campo y endrogados de alcohol, fuera de contexto. Un verdadero rito. Antes, la única forma de ligar con forasteras e iniciarse en el sexo, con dispensa papal.
Excusa para comilonas y borracheras de campeonato, ahora duran cuatro o cinco días, con sus correspondientes noches. Ingreso en este mundo obsceno con un cuaderno de bolsillo, hasta que me quedo sin cartuchos de tinta.